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La Iglesia de Lima vivió la alegría de la Asamblea Sinodal Arquidiocesana que logró reunir a más de 800 representantes de nuestra arquidiócesis, entre jóvenes, adultos, párrocos, seminaristas y voluntarios
Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística en acción de gracias por estos tres días de reflexión, debate y conversación
La celebración contó con la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; los Obispos Auxiliares de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez y Mons. Guillermo Elías; y todos los sacerdotes de la arquidiócesis
Antes de concluir, Monseñor Castillo también expresó su agradecimiento a todas las personas, grupos y organizaciones que hicieron posible este histórico encuentro
| Arzobispado de Lima
En el tercer día de Asamblea Sinodal Arquidiocesana, Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, fue el encargado de plantear los principales lineamientos de acción del Plan Pastoral para la Iglesia de Lima.
Posterior a la ponencia del Obispo Auxiliar de Lima, los delegados de todas las parroquias de la Arquidiócesis se reunieron para debatir los últimos aspectos del documento de trabajo (Instrumentum Laboris). Al promediar las 15:00 horas se presentarán las conclusiones de todos los grupos y se concluyó con una Misa de Acción de Gracias presida por el Arzobispo de Lima y con la participación del Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; los obispos auxiliares, y los más de 700 representantes de las parroquias de la arquidiócesis, seminaristas del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, y los jóvenes voluntarios del Instituto Nuestra Señora del Montserrat y la Comunidad Sant’Egidio.
Clausura: Misa de acción de gracias
La Iglesia de Lima vivió la alegría de la Asamblea Sinodal Arquidiocesana que logró reunir a más de 800 representantes de las parroquias de nuestra arquidiócesis, entre jóvenes, adultos, párrocos, seminaristas y voluntarios.
Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística en acción de gracias por estos tres días de reflexión, debate y conversación: «Todos los problemas nuevos que todavía vemos y que tendremos por delante tienen una posibilidad de solución si tenemos un corazón ancho y un espíritu abierto, ese es el Espíritu de Dios, inspirados se pueden encontrar soluciones a todas las cosas»– dijo durante su homilía.
La Celebración Eucarística contó con la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; los Obispos Auxiliares de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez y Mons. Guillermo Elías; y todos los sacerdotes de la arquidiócesis.
«Nuestra alegría es mucho más grande porque, además de las cosas que hemos hablado durante la Asamblea, algunos pudieron tomar la palabra desde el margen, desde lo que no se trató – dijo el Arzobispo de Lima – me refiero a los jóvenes que pidieron que tratemos el tema del trabajo, a una señora que pidió que pensemos en las diaconisas, y otras propuestas a pensar que no estaban previstas».
«Las lecturas que nos han tocado son bien importantes porque tienen que ver con lo que hemos hecho, la primera: “Amémonos unos a los otros y en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero, nos envió a su hijo como víctima para propiciación de nuestros pecados” – ¿Qué quiere decir esto entonces? que el amor gratuito de Dios, mostrado en Belén y en todo el camino de Jesús por esta tierra, es el signo de esperanza para la humanidad que deposita Dios en nuestro corazón para suscitar el aliento y el ánimo», explicó Mons. Castillo.
El Obispo de Lima resaltó que Dios creó al hombre y la mujer para enviarlos a una aventura y acompañarlos porque también es Padre: «No es el Dios que César Vallejo cuenta en “Los Dados Eternos”, que jugó a los dados y tiró la creación, sino que realmente Dios siente su creación, y por eso envió a Jesús para acompañarnos, para no separarnos, para abrirnos dentro de la maravilla de la anchura de su amor» – agregó.
El sentido de la compasión profunda de Jesús
Refiriéndose al Evangelio de Marcos (6,34-44) que narra la multiplicación de los panes y los peces, Mons. Castillo subrayó que el sentimiento de compasión de Jesús por alimentar a la multitud que lo seguía esconde un sentimiento mayor de compasión profunda de Dios por revelar su amor: «lo primero que hizo es darle de comer la Palabra – puntualizó – Dios quiere que su pueblo lo conozca y tenga la capacidad de poder andar en el mundo con la fuerza, la conciencia y el Espíritu Divino, y eso sólo se transmite por la Palabra».
Hemos sido creados por la Palabra, todo se ha hecho por ella y nada se hizo sin ella. La Palabra encarnada se ha hecho para suscitar la Palabra en las personas, no es para que se queden mudas, no es el Dios que habla solo sino que suscita la Palabra para que todo el mundo se exprese.
«Estos días hemos vivido eso: en primer lugar hemos recibido la capacidad de escuchar la Palabra pero también de expresarla, y todavía nos queda mucho trabajo, mucha tarea para que eso se plasme y se encarne y se haga vida en la Iglesia» – acotó el Primado del Perú.
Esa compasión profunda que ve Jesús en su pueblo no ocurre precisamente en los discípulos, quienes ante la situación de la multitud deciden apartarse y no dejarse interpelar por la necesidad del otro: «Jesús sí se deja interpelar por el otro porque ve a Dios en el rostro de los demás, y entonces sabe responder cuando la gente dice cosas. Esa es la gran cuestión que nos hemos planteado estos días, tratar de ponernos en sintonía con lo que vive nuestro pueblo para responder a él, y en sintonía con el Dios que vive en nuestro pueblo, en el pueblo ungido de Dios, que sufre, que interpela, que puede tener muchas equivocaciones pero también cosas interesantes» – precisó Mons. Castillo.
«Últimamente he estado diciendo en las predicas que con el mundo no hay que tener actitud de cruzada – prosiguió – es mejor discernir entre lo bueno y lo malo cada vez, entiendo que hay cosas y errores graves, pero mucho cuidado con «botar el agua sucia con el niño adentro», porque hay muchas cosas interesantes en este mundo que es necesario reconocer».
El cálculo, la compra, las finanzas, la ganancia, es el criterio que en este momento impera en el mundo. El problema de la sociedad y del hambre es un problema empresarial, es un problema de business. El criterio del dinero acaba, destruye, corroe definitivamente la vida de los pueblos, la vida de las Iglesias.
El Arzobispo de Lima hizo un llamado a pensar con otra categoría la economía, la vida de la gente y la vida de la Iglesia: «Estamos invitados por este Evangelio a hacernos responsables en algo fundamental de la vida de la gente pero que tiene otro principio, el principio para comer es compartir, es compartir inclusive si es poco».
Hacer comunidad para compartir la Palabra y el Pan
Otro detalle importante en la multiplicación de los panes y los peces es que Jesús pidió que se sentaran en grupos de 100 y de 50: «eso es muy importante – indicó – si nosotros no hacemos comunidad y no compartimos en comunidad tanto la Palabra como el pan, nuestra vida se convierte en una absoluta soledad».
Hoy también nosotros podemos decir, a partir del Pan y de la Palabra que hemos compartido que comerán no solamente cinco mil hombres, sino los millones de hombres y mujeres que pueblan esta ciudad y este país.
Monseñor Castillo también comentó el gesto del Señor de alzar la mirada al cielo y pronunciar una bendición: «esto es muy importante porque cuando hacemos la Eucaristía y la compartimos, es para que ese principio se instale en la vida de nuestro pueblo, como principio organizador de las relaciones humanas y el principio organizador de nuestras vidas y de la vida de la gente».
Capacidad generativa para generar vida en la gente
«El mundo actual que se va solamente por el criterio de la compra y de la venta, del negocio, de la especulación económica, piensa solo en la productividad, no en la generatividad, en la fecundidad, y justamente el llamado que hacemos para nuestra Iglesia, para ser signo de este mundo, es introducir la capacidad generativa, la capacidad del compartir que genera vida en la gente» – reiteró el Arzobispo de Lima.
Para tener en cuenta la necesidad de la gente debemos estar convencidos de que el amor de Dios es capaz de transformar los principios existenciales del mundo, sobre todo en un momento donde las periferias aumentan.
El Obispo de Lima recordó que para transformar nuestra Iglesia y nuestra humanidad debemos estar dispuestos a crear entre nosotros los esfuerzos pastorales que permitan influir en el genio humano que produzca una economía distinta y justa: «para eso tenemos que implantar ese principio en la Iglesia y en la economía de la Iglesia, en el corazón de nuestra subsistencia» – insistió.
Solucionar los problemas con ancho corazón y espíritu abierto
«Todos los problemas nuevos que todavía vemos y que tendremos por delante tienen una posibilidad de solución si tenemos un corazón ancho y un espíritu abierto, ese es el Espíritu de Dios, inspirados se pueden encontrar soluciones a todas las cosas».
«Vamos a darle gracias a nuestro Señor porque al implantar ese principio de la bendición nos permite a todos nosotros mirar con mucha más esperanza nuestra misión, nuestra tarea en esta tierra y especialmente en esta comunidad llamada Iglesia de Lima que nos ha llamado a levantar», expresó.
Por último, Monseñor Castillo añadió: «Les pido perdón porque tenemos también muchos límites, estamos aprendiendo a ser obispos, nunca hemos sido obispos, como máximo párrocos, o sea que somos como ustedes y tenemos los mismos problemas y las mismas fallas, pero si es que nos ayudamos podríamos volver al corazón de nuestra vocación»
«Que Dios los bendiga. Gracias por estos días excelentes y perdonen ustedes también por nuestros errores, muchas gracias», finalizó.
Agradecimientos:
Antes de concluir, Monseñor Castillo también expresó su agradecimiento a todas las personas, grupos y organizaciones que hicieron posible este histórico encuentro:
Tenemos que dar gracias a todos los que anónimamente, en el margen de nuestra comunión, han ayudado. Agradecemos a la Orden de los Agustinos, al Prior Gustavo Moreno, al rector del colegio San Agustín, el Padre Pablo, y a todo este lindo, acogedor y querido Colegio San Agustín que nos ha recibido con mucho cariño.
También a los seminaristas, a los jóvenes voluntarios del Instituto de Nuestra Señora de Montserrat y la Comunidad de Sant’egidio, que generosamente nos han acompañado y nos han servido a todos. A la Comisión Central y a todos los participantes que han tenido un trabajo arduo durante meses, a todos los medios católicos aquí presentes, al grupo de PAX TV, al grupo de Radio María, al grupo de Canal HN, al grupo de Radio Santa Rosa y Canal JN19. Finalmente al equipo de Comunicaciones del Arzobispado que me han mantenido en todas parte el conocimiento de este pequeño encuentro entre nosotros, pero parece que ya se ha conocido mundialmente.
Tras dos meses de la realización del Sínodo Sínodo de los obispos para la región panamazónica, que tuvo lugar en Roma (octubre 6 al 27 de 2019), la teóloga boliviana Tania Avila Meneses expresó su preocupación de que "las profundas reflexiones generadas en el aula sinodal realmente logren encarnarse en realidades concretas en la Amazonía". Así expresa en una entrevista concedida al portal católico Vida Nueva, en la que agrega que la incertidumbre la "ayuda a ver que estamos ante procesos entretejidos por avances y retrocesos, por aciertos y errores".
Para Tania, uno de los retos que se vislumbra para la etapa postsinodal, es el de la conversión integral, que sin embargo en la Iglesia son procesos "lentos". Según recuerda, la "fuerza y el impulso de la Asamblea sinodal fue un kairós, y la gracia del Espíritu promovió apertura de mente, corazón y voluntades, pero la rutina de la vida hace que la conversión integral sea un proceso muy lento en tiempo cronológico, a veces parece detenerse ante la fuerza de la comodidad del ‘siempre se ha hecho así’ y de las jerarquias de pensamiento que generan élites en contraposición a la sinodalidad a la que hemos sido llamados. Como Iglesia necesitamos estar atentos a que este proceso no se detenga, a impulsar su movimiento y fluidez desde el lugar que habitamos en la historia.
Al comentar sobre el papel que compete a las iglesias locales y, en ellas, a las mujeres, los laicos y los indígenas, Tania Ávila apunta que el "rol de la Iglesia como Pueblo de Dios, es inspirar a la humanidad a cuidar la ‘Casa Común’ con acciones y actitudes concretas, más allá de los discursos. Es decir, se trata de encarnar el discurso de cuidado como comunidad humana, en sinodalidad, y ello significa aprender con humildad entre pueblos y de los pueblos".
Agrega que prefiere no "pensar en el rol indivual de cada miembro de la Iglesia, porque creo que necesitamos visibilizarnos como comunidad, pues el cuidado de la ‘Casa Común’ es corresponsabilidad de toda la humanidad. La Iglesia que hace presencia en muchos lugares de riesgo, a través de todos sus miembros, puede hacer intervenciones para transformarlas, generando una economía del cuidado, que requiere el aporte de conocimientos y experiencias diversas.
Al responder la pregunta sobre los aportes que ofreció el Sínodo a la teología latinoamericana, Tania no duda en asegurar que la Asamblea sinodal fue "Agua fresca" por "la importancia de ampliar la mirada a otras cosmovisiones que implican otras claves de reflexión teológica. Invita a integrar otros lenguajes en el quehacer teológico. Y también cuestiona su opción por los pobres: es tiempo de hacer opción ‘con’ los pobres, porque nos hace corresponsables en este proceso. ¿Es coherente remar por el pobre en lugar de remar con el pobre? ¿Por qué no remar con un ser humano diferente pero igual en dignidad?", señala.
Finalmente, al ser preguntada sobre lo que espera de la Exhortacion Postsinodal, la teóloga boliviana considera que espera es que "la Exhortacion Postsinodal desborde toda espectativa. Traigo a la memoria las palabras del papa Francisco respecto a la asamblea sinodal: “ahora hay que dejar que el Espíritu Santo se exprese en esta Asamblea, se exprese entre nosotros, se exprese con nosotros, a través de nosotros y se exprese ‘pese’ a nosotros, pese a nuestras resistencias, que es normal que las haya, porque la vida del cristiano es así”.
Mi mayor esperanza es que la Exhortación nos muestre cómo salir de una práctica eclesial de hacer ‘parches’ en una Iglesia desgastada, rasgada, rota. No espero una receta sino una inspiración, un testimonio.
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