Entrañable conversación con quien fue su portavoz en Buenos Aires, el P. Guillermo Marcó
"El Palacio Apostólico es impresionante lo amplio que es. No es tan lujoso, pero es enorme. Es como un embudo, pero al revés. Entra el que tiene permiso para entrar, entonces caes en manos de los colaboradores, perdés independencia y sin gente... Entonces le pedí al Señor ‘dame una salida’”
Extraño ‘callejear’ -le confiesa Jorge Mario Bergoglio-. Allá en Buenos Aires o iba caminando o iba en el bus, etcétera. Acá, las dos veces que tuve que salir me agarraron in fraganti
La de Europa "es una sociedad de descarte, el que no sirve, se descarta, sea al comienzo de la vida, al final, y ahora con la crisis económica a los jubilados los llaman a que cuidan a los pequeños, y hay que desterrar eso, hay que fomentar el diálogo de los jóvenes con los viejos"
Entrañable conversación en la Residencia Santa Marta entre dos viejos amigos, el el papa Francisco y el padre Guillermo Marcó, durante 10 años portavoz del Pontífice en sus tiempos de cardenal primado de Buenos Aires, diálogo que fue grabado para el podcast que el sacerdote porteño desarrolla periódicamente en Spotify.
Un diálogo de hora y media alejado de la 'política eclesial’, centrado en el día a día de un Papa, en las cosas más personales de alguien que tiene sentimientos, de cómo se reza siendo Papa, de cómo se vive con la carga del cargo, de cómo se afrontan las dificultades y las crisis, y también el peso de los años…
La añoranza de "callejear"
Por ejemplo, la añoranza de poder pasear tranquilamente por la calle, como hacía en Argentina. “Extraño ‘callejear’ -le confiesa Jorge Mario Bergoglio-. Allá en Buenos Aires o iba caminando o iba en el bus, etcétera. Acá las dos veces que tuve que salir me agarraron in fraganti. Dos veces, en invierno. Siete de la tarde que no pasa nada, todo oscuro... Cuando fui a la óptica una señora desde el balcón [gritó] '¡El Papa!’, y ahí se acabó. Y cuando fui a la disquería que no había nadie -fui a bendecir porque era una disquería de amigos que la habían reestructurado y todo- la gente me pidió '¿por qué no viene usted que nos ayudó tanto?’. Entonces yo fui. Oscuro... tanta mala suerte que justo ahí hay una parada de taxis cerca había un periodista esperando un amigo para tomar un taxi”, recordó, divertido, el Papa.
En este punto, el antiguo portavoz le pregunta, con esa confianza que preside todo el diálogo, sobre “el mito” de sus escapadas del Vaticano. “No es verdad. El qué sí hacía eso era san Juan Pablo II. Se las arreglaba. A él le encantaba esquiar y lo solía hacer. Iba con el gorro de esquí que le cubría la cara y nadie lo reconocía. Esquiaba un poco y después se venía. En verano nadaba. Y un día un chico gritó '¡el Papa!', lo reconoció. Ahí se vino enseguida y comenzó a tener un poco más de miedo, pero si no, nadie lo había reconocido”.
Un embudo, pero al revés
Francisco le contó también cómo fue su decisión de quedarse en Santa Marta en vez de en el Palacio Apostólico. “Cuando me eligieron yo estaba acá en la pieza de enfrente. Al segundo día había tenido que ir tomar posesión al Palacio Apostólico. Impresionante lo amplio que es aquello. No es tan lujoso, pero es enorme. Solo. Es como un embudo, pero al revés. Entra el que tiene permiso para entrar, entonces caes en manos de los colaboradores, perdés independencia y sin gente... Entonces le pedí al Señor ‘dame una salida’”.
“Y una tarde -prosigue el Papa- hablé con el cardenal Bertello. ‘Venite a vivir acá conmigo’, me dijo. ‘Bueno, voy a pensar y veo...’. Al día siguiente, salí de mi pieza y estaba esta puerta abierta y las señoras haciendo limpieza. Y curioseo... ‘¿qué es esto?’. ‘Es el apartamento de huéspedes y lo estamos limpiando para su toma de posesión’. El dormitorio, con un baño ahí, esto para recibir y el estudio. Y yo dije: ‘Papita para el loro’. Dios me lo puso en la mano. Y cuando me preguntaron por qué no me había quedado a vivir allá yo dije: ‘Por motivos psiquiátricos, si no, no hubiera aguantado. Y todos los domingos tengo un almuerzo con los empleados [de Santa Marta], es un almuerzo de familia’”.
"No sabemos manejar las crisis"
Francisco también se refirió a cómo se deben administrar las crisis, , sin citar ninguna en concreto, señaló: “No sabemos manejar las crisis. Y las crisis son las que nos hacen crecer. Veo historias de políticos grandes... los fundadores de la Unión Europea, por ejemplo... Estos grandes hombres supieron manejar las crisis y crecieron con las crisis. No las transformaron en conflictos. O blanco o negro. Cuando vos transformás una crisis en conflicto... perdiste. La unidad es mayor al conflicto. El conflicto te reduce”.
En cuanto a los efectos de la edad, le comentó a Marcó que “no la siento. Quizás cuando pienso que tengo 85 años me parece una cosa no real. ¿Yo esta edad? Y me río de mí mismo y sigo adelante”.
"Que los jóvenes hablen con los viejos"
Francisco le confiesa al viejo amigo que la de Europa "es una sociedad de descarte, el que no sirve, se descarta, sea al comienzo de la vida, al final, y ahora con la crisis económica a los jubilados los llaman a que cuidan a los pequeños, y hay que desterrar eso, hay que fomentar el diálogo de los jóvenes con los viejos, hay que insistir mucho en eso, porque los viejos son las raíces".
Francisco le confiesa que la oración que hace es la misma que cuando era obispo, caracterizada por “mirar, cuidar, interceder, agradecer por todo el bien que se hace...”, y que sigue siendo muy madrugador para rezar “porque si no rezás a la mañana, no rezás más, ¿eh? Porque te agarra la picadora de carne”, dice con su típico humor.
En ese tono de confianza, Bergoglio le confiesa que en esos momentos está leyendo un libro del cardenal Martini y, cuando finaliza la entrevista y Marcó le pide una bendición para él y sus oyentes, no se olvida de pedir a Dios "que les dé sentido del humor para superar las dificultades".
Boletín Religión Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario