14. 11. 2023
Por: Nilo Meza M.
Aguda crisis política e institucional sacude los cimientos de la democracia peruana. Una presidenta que “no sabe nada” y un experto que “sabe mucho”.
La inestabilidad política con Dina Boluarte en la presidencia del Perú, con 8% de aprobación ciudadana, se constata diariamente. El 6 de noviembre, luego de que se puso al descubierto la falacia de la “reunión bilateral Biden-Boluarte”, la Canciller Cecilia Gervasi renunció al cargo abrumada por sus fracasos en el cargo. Como nuevo Canciller juramentó Javier Olaechea, un ultraconservador enemigo del Acuerdo de Escazú y terruqueador profesional, a la medida de Dina Boluarte. Esta crisis en el Ministerio de Relaciones Exteriores no parece ser “una más”, sino podría estar revelando el inicio de una etapa de crisis estructural en las alturas del poder político con final de difícil pronóstico.
Por su parte, el Congreso de la República, con su 6% de aprobación, estaba a punto de cometer un atropello más en contra de la institucionalidad del país al pretender destituir a los miembros de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) considerada como uno de los pocos “bastiones democráticos” que aún quedan en pie frente a la trituradora ultraderechista. Sin embargo, cuando nada hacía suponer una reacción propia de una Estado de Derecho, apareció el Poder Judicial otorgándole la “medida cautelar” solicitada por la JNJ, dejando sin efecto los actuados del Congreso de la República.
Como reclamando lugar en la “fiesta”, la Fiscalía de la Nación, demostrando sin ningún escrúpulo su sometimiento al Congreso de la República, abre investigación express a los miembros del Poder Judicial que se atrevieron a enmendarle la plana al Congreso de la República. Es un escenario que califica como tormenta perfecta en la política peruana. La participación de las FFAA y FFPP en esa “fiesta de petardos legales y legalistas”, parece cuestión de horas o días.
Es evidente que “algo se pudre” en el régimen dictatorial que lidera la señora Dina Boluarte. De la misma manera, el poder omnímodo del que presumía el Congreso de la República ha recibido un duro golpe que podría generar una escalada crítica en la confrontación de los poderes involucrados.
La presidenta que “no sabe nada”
Según Waldo Mendoza, exministro de Economía con Francisco Sagasti de presidente, Dina Boluarte es una presidenta que “no sabe nada y no opina sobre nada importante en el Perú”. Comparado con Sagasti, efectivamente, la Boluarte es una persona huérfana de conocimientos básicos de política y economía. Por tanto, pedirle que opine sobre algo “importante” es poco menos que hacer escarnio de la cultura de la señora presidenta.
Si Boluarte “no sabe nada”, Mendoza si “sabe mucho”, incluso puede surfear con pericia el “sí pero no” tan apelado en nuestros “expertos”. La facilidad con que afirma cosas en un momento y negarlas en otro, es una especialidad que ejecuta con tal maestría que su audiencia difícilmente lo advierte. Tributa con generosidad a su condición de “centrista” en lo político, pero no deja de gastarse lisonjas zurdas sin perjuicio de llevarse muy bien con la derecha empresarial, especialmente minera.
Mendoza sabe que a Boluarte la sostienen los poderes facticos, incluidos sus amigos mineros. No importaba, hasta ahora, si “no sabe nada”, pues era suficiente que cumpliera con defender sus intereses. Esta situación cambió. Es tal el fracaso de su gestión que está perdiendo la confianza de quienes la sostienen, inclusive de gente como Mendoza, considerada en algunos espacios como una de las “voces más serias del medio” acusando al movimiento social de enero y febrero 2023 como los causantes de la recesión con inflación alta, pese a que en otro momento dijo que eran las políticas macroeconómicas contractivas.
En un escenario como el descrito, no debería sorprender que se desencadene pedidos de que se vaya Boluarte. Incluso el gobierno norteamericano reiteró recientemente la conveniencia de adelantar elecciones recomendada en marzo 2023. No es que este pedido sea lo mejor para el Perú, pero la fragilidad de la oposición “democrática” y de una izquierda que no termina de encontrar la vía para convertirse en alternativa de poder, hace que recomendaciones de corte semicolonial resulten casi bienvenidas. Cual circo romano, caricaturizada en el Congreso de la República, se preparan a “bajarle el dedo” a la presidenta que “no sabe ni opina nada”. Con esas características, obviamente, es prescindible.
El “experto” que “sabe todo”
Si la presidente es una inútil, “expertos” como Mendoza, podrían decirnos qué se puede hacer frente la estanflación que Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva lo niega. Mendoza dice que las “raíces de la recesión actual … habría que buscarlas en la política macroeconómica contractiva tras el COVID, la violencia social y los efectos del Yaku”. Ojo, con lo de las “raíces”. Luego, sin ningún remordimiento, dice que el “crecimiento económico no viene de la política macroeconómica”. O sea, con una política monetaria y fiscal puedes generar recesión, pero no crecimiento económico. Este es un perfecto “si, pero no”, la ambivalencia convertida en coartada de quienes no son “ni chicha ni limonada”.
Para que no queden dudas, dice “que las políticas expansivas son buenas en tiempos extraordinarios” como fueron los momentos de crisis de 2008 y 2009, así como la pandemia de 2019. Los tiempos que vivimos hoy, con recesión con inflación sin precedentes en 30 años, no son nada extraordinarios para el “experto”. Tampoco le parece extraordinario la duración del flagelo que viene desde el III Trimestre-2022 y amenaza mantenerse el 2024. Por supuesto, no será nada extraordinario que, por la estanflación, la pobreza aumentará y habrá muchos más niños desnutridos. No, no, no, nada de eso es extraordinario, por lo que “no amerita cambios en la política macroeconómica contractiva en curso”. Ni más ni menos.
Como buen neoliberal, Mendoza aplaude que se hayan recuperado niveles de déficit fiscal pre COVID en tiempo récord. Tras tener un déficit fiscal de 9% en 2020, se puso en 2.6% en 2021 y 1.6% en 2022. Mientras el BCR subió sus tasas de interés de 0.25 a 6% en los años referidos. O sea, las políticas macroeconómicas claramente contractivas impactaron brutalmente en el consumo interno, el empleo, el crédito, la masa monetaria, entre otros. Si a esto le sumamos los impactos del Niño que amenaza ser “fuerte”, no queda duda que estamos frente una recesión con inflación de proporciones no vistas hace 3 décadas.
Si las causas de la estanflación son las políticas macroeconómicas, como dice Mendoza, ¿por qué oponerse a una política expansiva cuando el Perú tiene unas RIN de las más altas de Latinoamérica, un nivel de deuda externa bajísimo respecto al PBI, déficits absolutamente manejables, etc.? Y, respecto a la inflación dice que, estando aún alta, sería riesgoso bajar las tasas de referencia. Con esa lógica el BCR debería subir más sus tasas de interés, pero el “banquero de lujo”, Julio Velarde, ha decidido bajar lo más rápido posible porque sabe que por allí no va la mejor forma de combatir la inflación. Coincidimos con Mendoza en que el Crédito Suplementario aprobado será solo “será un analgésico” para la grave enfermedad que padece el país. La única solución dice, en eso discrepamos, es “volver a la minería” y respetar con actitud colonial los “Contratos Ley”.
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