Denuncia "las redes de violencia verbal a través de Internet" y los medios que "destrozan la imagen ajena sin piedad"
(José M. Vidal).- Ser santo no es de raros, sino de personas "de la puerta de al lado". Tampoco es de personas excepcionales, sino de gente corriente. Lo dice el Papa Franciscoen su nueva exhortación apostólica titulada 'Gaudete et exsultate', en la que, además, explica cómo conseguir la santidad: practicando las Bienaventuranzas y luchando contra "el Malo", es decir el diablo que "no es un mito, una representación, un símbolo, figura o idea".
Francisco no esconde, desde el principio, que alcanzar la santidad exige "combate y vigilancia" frente a los enemigos del alma clásicos: el mundo, la carne y el demonio. El Papa insiste especialmente en este último, al que llama, siguiendo el Padre nuestro, 'el Malo' y asegura que el diablo es "un ser personal que nos acosa" y "Jesús nos enseñó pedir cotidianamente esa lineración para que su poder no nos domine".
Un lucha que afecta también a las propias "inclinaciones agresivas y egocéntricas", porque también los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de Internet y de los diversos foros y espacios de intercambio digital".
Tanto es así que incluso en "medio católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena...se pasa por alto completamente el octavo mandamiento, 'no levantar falso testimonio ni mentir', y se destroza la imagen ajena sin piedad".
Es la tercera exhortación apostólica del Papa Francisco, tras 'Evangelii gaudium' y 'Amoris laetitia', y las tres lucen en su título la palabra alegría. Una palabra que, junto a la de la misericordia, marca las líneas de fondo del pontificado de Bergoglio. La primera es una especie de programa papal; la segunda, el programa para la familia, y la tercera, le hoja de ruta para toda la Iglesia: promover la santidad y colocarla en el horizonte real de todos los creyentes.
De 42 páginas, 'Gaudete et exsultate' está escrito, como todos los documentos de Francisco, en un lenguaje pedagógico, sencillo y asequible. El primer capítulo, 'el llamado a la santidad' sirve de pórtico o planteamiento del asunto. El Papa explica que hay dos tipos santos: los canonizados y los santos "de la puerta de al lado". Es decir, en la Iglesia hay santos de todo tipo. Algunos que parecen "inalcanzables" y otros, muchos, santos corrientes.
Porque, para ser santos "no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos". Y es que la santidad es una vocación para todos y no sólo para unos cuantos elegidos. Por eso, el Papa advierte a los católicos: "No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario...no tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios"
Gnosticismo y pelagianismo, los enemigos
Tras la llamada universal a la santidad, Francisco dedica el segundo capítulo a diseccionar los "dos sutiles enemigos de la santidad", que son el gnosticismo y el pelagianismo. El primero encierra "la fe en el subjetivismo" y la reduce a una "serie de razonamientos y conocimientos". Los gnósticos son los que, según el Papa, tienen respuestas a todas las preguntas, con lo cual "demuestran que no están en un sano camino". Son "profetas falsos", que se creen "mejores que la masa ignorante".
Por su parte, los pelagianos, otra vieja herejía, creen que se justifican por su propia voluntad y sus propias fuerzas, y no por la gracia de Dios. En contra de lo que dice San Agustín: "Dios te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas".
El pelagianismo se plasma hoy en diversas actitudes, algunas de las cuales cita el Papa, como "la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia...". Al final, los pelagianos convierten a la Iglesia en "una pieza de museo o en una posesión de pocos".
Bienaventuranzas, carnet de identidad del cristiano
Bajando a lo concreto, el Papa asegura que el camino de la santidad va "a contracorriente" de lo que hoy propone la sociedad y, por eso, no resulta fácil emprenderlo. De ahí que Francisco descienda a lo concreto y ofrezca un método para ser santo: las Bienaventuranzas. En el tercer capítulo, glosa el pasaje del Evangelio, en el que "Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos", es decir "el carnet de identidad del cristiano".
Santidad es "ser pobre en el corazón", "reaccionar con humilde mansedumbre", "saber llorar con los demás", "buscar la justicia con hambre y sed", "mirar y actuar con misericordia", "mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor", "sembrar paz a nuestro alrededor" y "aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas".
Las Bienaventuranzas se plasman y concretan aún más en las "obras de misericordia", porque ser santos "no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis", sino "reconocer a Cristo en los pobres y sufrientes". Es decir, una santidad que no caiga ni en el horizontalismo temporal ni en el verticalismo espiritualista, sino que se plasme en el "protocolo del juicio final": Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed...
En el capítulo cuarto, el Papa especifica "algunas notas de la santidad en el mundo actual". Por ejemplo, el "aguante, la paciencia y la mansedumbre", porque "el santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos" ni juzga a los demás.
Otra nota es "la alegría y el sentido del humor". Un santo triste es un triste santo y éste, según Bergoglio, está obligado a "vivir con alegría y con sentido del humor". Y pone ejemplos de santos de este tipo en Tomás Moro, Viente de Paúl o Felipe Neri.
La tercera nota es "la audacia y el fervor", porque la santidad es "parresía, es empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Se trata de salir de "la comodidad de la orilla" y no quedarse "paralizados por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarnos a caminar solo dentro de los confines seguros", porque "lo que está cerrado termina oliendo a humedad y enfermándonos".
En este sentido, el Papa pide "desafiar la costumbre" y el "siempre ha sido así", abandonar la autorreferencialidad y salir a las periferias y a las fronteras, donde ya encontraremos a Jesús, "que ya estará allí". Porque "la Iglesia no necesita tanto burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados".
Un santidad así, hay que vivirla"en comunidad", prestando "atención a los detalles", "en oración constante, pero con una oración que no puede entenderse "como una evasión que niega el mundo que nos rodea".
El documento papal se cierra con un último capítulo, titulado "Combate, vigilancia y discernimiento", en el que Francisco recuerda que sólo se alcanza la santidad, luchando a brazo partido contra los enemigos del alma: el mundo, la carne y, sobre todo el demonio, 'el Malo'.
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