VATICANO, 26 Nov.
17 / 06:25 am (ACI).- Durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro,
este domingo 26 de noviembre Solemnidad de Cristo Rey del universo, el Papa
Francisco recordó que Jesús, además de pastor, también es Rey y Juez, y que al
final de los tiempos “nos juzgará de nuestros actos dirigidos a servirle en
nuestros hermanos más pequeños y necesitados”.
El Santo Padre
recordó que la realiza de Jesús “es una realeza de guía, de servicio, y también
una realeza que, en el fin de los tiempos, se afirmará como juicio. Hoy tenemos
delante de nosotros a Cristo como Rey, pastor y juez, que muestra los criterios
de pertenencia al Reino de Dios”.
“La página
evangélica se abre con una visión grandiosa. Jesús, dirigiéndose a sus
discípulos, dice: ‘Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los
ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria’. Se trata de la
introducción solemne a la historia del juicio universal”, explicó.
Francisco destacó
que, “después de haber vivido la existencia terrena en humildad y en pobreza,
Jesús se presenta ahora en la gloria divina que le pertenece, rodeado de los
ejércitos angélicos. La humanidad entera es convocada ante Él, y Él ejerce su
autoridad separando a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las
cabras”.
Entonces,
comenzará el Juicio: “A aquellos que ha situado a su derecha les dice: ‘Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y
me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’”.
Ante esta
afirmación, “los justos se sorprendieron, porque no recordaban haberse
encontrado nunca con Jesús, y mucho menos el haberlo ayudado de esa manera.
Entonces Él aclara: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’”.
“Estas palabras
–continuó el Papa– no dejan nunca de golpearnos, porque nos revelan hasta dónde
llega el amor de Dios: hasta el punto de identificarse con nosotros, pero no
cuando estamos bien, cuando estamos sanos y felices. No, sino cuando estamos en
necesidad. Y oculto de esta manera, se deja conocer, nos tiende la mano como un
sin techo”.
De ese modo,
“Jesús nos revela el criterio decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto
por el prójimo en dificultad. Y así se revela el poder del amor, la realeza de
Dios: solidaria con el que sufre para suscitar en todo lugar actitudes y obras
de misericordia”.
“La parábola del
juicio continúa presentando al Rey que aleja de sí a aquellos que durante su
vida no se preocuparon por las necesidades de sus hermanos. También en este
caso se quedan sorprendidos y preguntan: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o
sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’.
De ese modo, querían decir: ‘Si te hubiésemos visto, seguramente te habríamos ayudado’.
Pero él responde: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de
estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’”.
El Papa insistió:
“En el final de nuestra vida seremos juzgados del amor, es decir, de nuestro
empeño concreto de amar y servir a Jesús en nuestros hermanos más pequeños y
necesitados”. Y recordó: “Aquel sin techo, aquel necesitado que tiende la mano
es Jesús. Aquel enfermo que debo visitar es Jesús. Aquel encarcelado es Jesús. Aquel
hambriento es Jesús. Pensemos en ello”.
“Jesús vendrá al
fin de los tiempos para juzgar a todas las naciones, pero viene donde nosotros
todos los días, de muchos modos, y nos pide que lo acojamos. La Virgen María
nos ayude a encontrarlo, a recibirlo en su Palabra y en la Eucaristía, y al
mismo tiempo en los hermanos y en las hermanas que sufren el hambre, la
enfermedad, la opresión, la injusticia”, finalizó.
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