jueves, 25 de enero de 2018

Así pensamos sobre el diálogo



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Miércoles, 24 Enero 2018
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Creemos en el diálogo y el mismo es mucho más necesario cuando la polarización económica, social y política es mucho más honda, y cuando los conflictos políticos han devenido en un daño mayor para los sectores más desprotegidos de la sociedad. Para que el diálogo alcance sus logros para el bien común, las partes han de estar muy bien intencionadas, sin mentiras y sin interés alguno en manipular ni a las otras partes ni a la opinión pública ni a la comunidad internacional.
En el caso hondureño, existen muy remotas condiciones para que el diálogo al que inicialmente ha convocado el presidente Juan Orlando Hernández sea efectivo y fructifique en el bien común. Ya las autoridades del Partido Nacional han dejado en claro que se van al diálogo sobre la base de que la presidencia y el control del gobierno son innegociables. ¿Qué se debatirá entonces?
Ya en el pasado, en el año 2015, Juan Orlando Hernández llamó a un diálogo. Llamó a los que quiso y los manipuló como quiso. Salió fortalecido para reelegirse rompiendo con los condicionamientos constitucionales. En esta ocasión, cuando las presiones sobre la legalidad y legitimidad de su triunfo han sido muy fuertes, de nuevo hace un llamado al diálogo, pero muchísima gente lo entiende como válvula de escape en lugar de un nuevo camino para salir de la crisis.
Esto es así porque llama a un diálogo cuando simultáneamente los cuerpos armados reprimen sin discriminación a la población que se manifiesta en las calles en protesta por al fraude electoral. Incluso los policías militares se introducen en las madrugadas en las viviendas, como si los manifestantes fueran gente armada. Se ha dado una respuesta militar extrema a la protesta popular. Y se estigmatiza también en extremo por los medios a quienes protestan como si fuesen violentos y enemigos de la democracia.
Y mientras se ponen en marcha los dispositivos de un llamado diálogo nacional, incluso a través de personas creíbles, se dan los pasos en bruto para concentrar todos los poderes del Estado en torno a la decisión única de Juan Orlando Hernández. ¿Qué diálogo será este? ¿Se puede alcanzar un resultado honesto y distinto al de la dinámica dominante? ¿Se podrán esperar resultados para el bien común con un diálogo militarizado y bajo el control extremo del poder en un régimen autócrata como el actual?
Si de verdad se quiere avanzar a un diálogo, los amigos del mismo debían comenzar exigiendo dos cosas esenciales: una, investigación y judicialización de los responsables directos e intelectuales de las personas asesinadas en manifestaciones del 27 de noviembre a la fecha; dos, la desmilitarización inmediata de la seguridad pública. Estas son dos condiciones sin las cuales el diálogo no pasará de ser maquillaje y “sonrisa de verdugo”, y los animadores bien intencionados una vez más quedarán burlados en lo que no pasará de ser una mueca de diálogo con sus inútiles resultados.
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