jueves, 23 de agosto de 2018

Trump, ¿el principio del fin?

presidente de Estados Unidos
                  Donald John Trump (Foto: Leah Mills/Reuters).

Ése sería el deseo de los antagonistas del magnate-presidente de Estados Unidos, Donald John Trump. Y es que agosto no ha sido un buen mes para el actual huésped de la Casa Blanca: ha escalado a niveles insospechados el pulso que mantiene con la prensa de su país, luego de que –arrogante y provocador‒ él afirmara que la prensa es “enemigo del pueblo estadounidense”. La reacción de los medios sería viral. El día 15 editoriales de más de 300 medios de 50 estados de la Unión pedían a los ciudadanos luchar contra el Ejecutivo, al que calificaban de “charlatán”, con títulos como: “La prensa libre te necesita”.
Nunca antes, en la historia política de ese país se había visto tal nivel de confrontación entre dos pilares del sistema capitalista estadounidense. Ni siquiera con Richard M. Nixon en la cúspide del escándalo Watergate o en la cruzada antiterrorista de George Walker Bush. Y es previsible que esa pugna se recrudecerá conforme se acerquen las elecciones legislativas de noviembre.
presidente de Estados Unidos
Estrella de Donald Trump en el Paseo de la Fama, Hollywood Boulevard, California, Estados Unidos.
En su análisis sobre el caso, Guillermo Alvarado de Radio Habana Cuba reseñaba así la situación: “El presidente de Estados Unidos logró en tiempos de paz lo que pocos gobernantes de esa nación habían conseguido en muchos años: unir a más de 300 diarios y medios de comunicación de diversa tendencia y en sitios del país, en un solo propósito: luchar contra él y su errático comportamiento”.
No obstante, los golpes más devastadores contra la presidencia de Trump llegaban el 20 de agosto de personas estrechamente vinculadas a él. Ese día en Virginia, un jurado declaraba culpable de múltiples cargos por fraude al exjefe de campaña del hoy Ejecutivo estadounidense, Paul Monfort.
protestas
Berkeley Free Speech.
Y casi simultáneamente su exabogado, Michael Cohen, se entregaba a la FBI en Nueva York y se declaraba culpable de ocho cargos (que incluyen evasión fiscal y fraude bancario, aunque el más relevante es por violar las normas de financiamiento de campañas). Cohen involucró al presidente estadounidense, tras afirmar que le ordenó comprar el silencio de dos mujeres (con 150,000 y 130,000 dólares, respectivamente) para pactar un acuerdo de confidencialidad y que no revelaran su relación con el entonces candidato.
Ya en mayo, el presidente de la superpotencia reconocía que abonó a Cohen 130,000 dólares que pagó a la actriz porno Stormy Daniels.  Para el fiscal, Robert Khuzami, ese pago configura el delito de “contribución ilegal” a la campaña del magnate. Cohen enfrenta cinco cargos por hasta cinco años de prisión, aunque negocia 3 a cambio de más declaraciones que comprometan a Trump. Según Khuzami, esos cargos “reflejan un patrón de mentiras y deshonestidad por largo tiempo”.
En plena estrategia de control de daños, en meses pasados el huésped de la Casa Blanca se ha alejado de Cohen, uno de sus más cercanos colaboradores. Esa distancia aumentaría en abril, cuando el FBI incautaba numerosos documentos en el bufete del abogado.
Así, el 21 de agosto, Donald Trump abandonaba su habitual mensaje por Twitter y declaraba ante Fox, su canal predilecto, que ese dinero procedía de su fortuna persona y no de la campaña. Así, el poderoso empresario inmobiliario intentaba frenar la acometida judicial que hace meses cierra el cerco en su alrededor, siguiendo la hipótesis de que no habría llegado a la Presidencia de forma democrática, sino que recibió ayuda del Kremlin. Lo que se ha dado en llamar “la Trama Rusa”.
A ese complejo entorno judicial y mediático, se le suman a Trump los conflictos derivados de múltiples frentes de batalla que mantiene con sus aliados trasatlánticos, con la llamada Comunidad de Inteligencia de su país, con los demócratas e integrantes –activos o no– de su equipo de gobierno original. Esa tensión multidimensional sugeriría el principio del fin de la presidencia de Donald John Trump.
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Berkeley Free Speech.
Para México, no es necesariamente una buena noticia un Trump débil. No cuando se está en la recta final de la renegociación del TLCAN, y menos cuando está por asumir el próximo gobierno. De ahí que estrategas y analistas, como Luis Valdés Ugarte, pasen revista los escenarios a futuro:
1.- La popularidad del presidente estadounidense descenderá más. Con ello, la de republicanos candidatos al Congreso. En consecuencia, sería previsible la desbandada de su propio equipo (habría que contemplar lo que hacen los generales John Kelly –jefe de Gabinete‒ y James Matthis –secretario de Defensa‒) y la pérdida de parte de su base electoral.
2.- Si la Justicia impone una sentencia leve a Paul ManafortTrump podría maniobrar y optar por deslegitimar al fiscal Robert Mueller ‒que investiga el llamado Russiagate‒ y despedirlo.
3.- Está por definirse la relación de Trump con Putin y la Unión Europea, pilares de su proyecto económico-comercial.
Todo está por verse. En los días por venir, habrá que observar cuál de los actores en el drama político de la superpotencia actúa con mayor visión geopolítica-estratégica y sensatez.
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de El Semanario Sin Límites.

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