9:00 a m| 25 set 18 (VI).- La reseña de un viaje al norte del país africano nos presenta el Centro Belén, en el que 180 personas, entre médicos, fisioterapeutas, enfermeros y maestros, todos ellos cristianos y musulmanes, se ocupan juntos de los huérfanos y de jóvenes vidas afectadas por diferentes formas de discapacidad. Antes de la implementación del centro, los discapacitados mentales, sobre todo los adultos, eran excluidos de sus comunidades. El texto de Cristina Uguccioni nos ofrece historias de convivencia entre los fieles de ambas religiones.
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El dolor por la exclusión de la comunidad, el dolor por el abandono, el dolor por la burla y la soledad. Estas, como las demás formas de dolor, exigen que alguien que esté allí, presente, las escuche, listo para dejarse conmover: alguien capaz de proximidad, de ternura, de compasión, capaz de sentir ese dolor como propio, de intervenir y curar. Inmediatamente. Y, cuando sucede, cuando la compasión comienza a circular, quien sufre vuelve a tener aliento. Y esperanza, descubriendo que la propia vida es cuidada con delicadeza.
En el norte de Camerún (atemorizado por la amenazadora presencia de los terroristas de Boko Haram y postrado por una dura carestía) algunos están volviendo a tener aliento y esperanza. Gracias a hombres y mujeres que, juntos, remiendan al ser humano herido: son hombres y mujeres cristianos y musulmanes.
-El Centro Belén
En Mouda, localidad de 2 mil personas en el norte del país africano, surge el Centro Belén, fundado en 1997 por el padre Danilo Fenaroli, de 58 años (30 de los cuales los ha pasado en Camerún), misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME). El Centro es una gran estructura residencial que acoge, protege y cuida a más de 300 personas cristianas y musulmanas. Personas heridas de diferentes maneras.
Aquí 70 jóvenes sordomudos pueden asistir a clases escolares especiales para ellos y 50 niños y chicos con discapacidades físicas y mentales (muchos autistas) reciben cuidados y dedicación, por lo que, poco a poco, con el pasar de los años, mejoran y llegan a adquirir un poco de autonomía. Aquí, 70 recién nacidos huérfanos de madre (que murió durante o después del parto) crecen serenos antes de volver, después de dos años, a sus familias de origen. Hay 30 pastores huérfanos, encontrados uno por uno en los campos por los que trabajan en el Centro, que están estudiando y aprenden a conocer la alegría de vivir con sus coetáneos.
Aquí, los adultos afectados por alguna discapacidad física, que provienen de las aldeas de los alrededores y de la cercana ciudad de Maroua, cuentan con fisioterapia y consultorios. Los que vienen de más lejos se quedan por algunas semanas hasta que se completa el tratamiento. Aquí, además, viven y aprenden un oficio 150 jóvenes, gracias a la fundación de una escuela que organiza cada año cursos de carpintería, construcción, agricultura y ganadería.
-Unidos para cuidar
Son 180 las personas que trabajan en el Centro: médicos, fisioterapeutas, enfermeros, maestros, asistentes sociales. Todos ellos son cristianos y musulmanes. El padre Danilo dice: “Entre todos nosotros hay gran armonía, un clima bello de respeto, concordia y familiaridad que, por ejemplo, nos permite festejar juntos las respectivas fiestas religiosas. La religión no es un motivo de división: todos trabajamos juntos. Compartimos alegrías, esperanzas y esfuerzos, pero, sobre todo, obramos con dedicación y con la conciencia de tener una misión común: cuidar y volver a dar esperanza tanto a quien sufre por diferentes formas de discapacidad como a los jóvenes que quieren aprender un oficio y construir un buen futuro”.
-Una pregunta
También entre los chicos y niños cristianos y musulmanes que reciben cuidados en el Centro, así como entre sus familias, las relaciones son serenas: “Nosotros trabajamos con compromiso para crear un clima acogedor que favorezca vínculos cordiales y amables”, dice el padre Danilo. Y añade: “Los adultos musulmanes que van al Centro a menudo participan en los momentos de reflexión y de convivio que organizamos, y se quedan a conversar conmigo. Más de uno, con sincera curiosidad, me ha preguntado: ‘¿Cómo es su Dios?’. Es una pregunta bella, de alguna manera conmovedora. Y siempre respondo con alegría”.
-Las relaciones con los imanes locales
Hace tiempo, algunos imanes de Maroua le pidieron al obispo local si podían ir a visitar el Centro para comprender cómo estaba organizada la asistencia. “Fue un encuentro cordial”, afirma el sacerdote. “Los imanes admiraron nuestro trabajo y expresaron la intención de ofrecer, cerca de sus mezquitas, diferentes formas de asistencia a las personas más necesitadas. Sé que uno de estos imanes ya ha organizado la distribución semanal de leche para niños de las familias pobres del barrio, un gesto que se suma a la práctica de la limosna, que constituye uno de los preceptos del islam”.
Entre el padre Danilo y los imanes de Maroua y de las localidades cercanas nació también una especie de colaboración por el bien de los jóvenes. “Desde hace tiempo me encuentro con estas autoridades para presentarles nuestros cursos anuales de formación, y después son ellos –explica–, que creen mucho en el proyecto, los que contactan a los chicos pidiéndoles que vengan a nuestra escuela. Es una alianza muy provechosa, que me hace feliz. Cada año, al final de los cursos, organizamos una gran fiesta para los estudiantes, en la que los imanes siempre participan”.
-La discapacidad
El Centro Belén es la única institución que ofrece cuidados y asistencia a los discapacitados en la región del norte de Camerún. Desgraciadamente, dice el padre Danilo, la discapacidad, en particular la discapacidad mental, aquí siempre ha sido considerada, por cristianos y musulmanes, como una maldición. Antes de que naciera el Centro Belén, los discapacitados mentales, sobre todo los adultos, eran maltratados, violentamente humillados, excluidos de sus comunidades: vivían en pobres cabañas al margen de las aldeas y a menudo eran encadenados.
“Cuando llegué aquí, hace 30 años, y comencé a conocer las aldeas, me di cuenta de que en algunas comunidades no había ni un discapacitado: descubrí que los dejaban morir. Gracias a las actividades del Centro, la mirada sobre la discapacidad está cambiando lentamente, pero todavía hay mucho trabajo. Nosotros nos apoyamos e involucramos tanto a las familias cristianas y musulmanas (que vienen periódicamente al Centro para momentos de formación), como a las comunidades para que los discapacitados puedan volver a sus comunidades y ser acogidos, comprendidos y acudidos de la mejor manera”.
En las aldeas, en particular, se han organizado encuentros de formación y también ha nacido la asociación de familias cristianas y musulmanas para que se puedan ocupar, juntas de los discapacitados que vuelven a casa. Están comenzando a abrir pequeños centros diurnos en los que se ocupan de los casos de discapacidades menos graves.
-Acadir
En esta zona de Camerún, duramente afectada por los terroristas de Boko Haram, las relaciones entre los cristianos y musulmanes son buenas, afirma el padre Danilo. “Cuando nació Boko Haram hubo musulmanes que demostraron un poco de interés, una especie de comprensión hacia este movimiento, pero cuando los terroristas comenzaron a sembrar muerte y destrucción, todos los fieles musulmanes (empezando por los imanes) se alejaron y condenaron explícitamente a los terroristas, subrayando que lo que proclamaba Boko Haram no es el verdadero islam”.
En Maroua, mientras tanto, se multiplican las actividades organizadas por la sección regional de Acadir, la asociación camerunesa que se propone la promoción del diálogo interreligioso, y está compuesta por cristianos (católicos, protestantes y ortodoxos) y musulmanes. El objetivo es sostener y animar las buenas relaciones entre los fieles de las dos religiones y formar a los jóvenes a la pacífica convivencia, promoviendo el conocimiento y el respeto recíprocos, factores esenciales para construir comunidades unidas y fraternas.
“El nacimiento de Acadir –concluye el padre Danilo– representa un paso significativo para Camerún, puesto que demuestra una firme confianza en el diálogo interreligioso y la voluntad de recorrer el camino de la convivencia pacífica”.
Fuente:
Vatican Insider
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