Cerca de 815 millones de personas en el mundo padecen hambre. 155 millones de niños presentan desnutrición crónica.
En 2016, luego de un largo periodo de disminución, aumentó el número de humanos hambrientos, de acuerdo con Naciones Unidas. Hay cerca de 20 millones más en riesgo de una hambruna, incluidos 1,4 millones de niños. Un problema que el mundo, pese a distintas acciones, no ha logrado remediar.
La situación podría empeorar si no se toman medidas desde ahora.
En este panorama hay una llave que podría disminuir el rendimiento de las principales cosechas y afectar más la seguridad alimentaria del mundo: el cambio climático y los insectos.
Hoy, menos de un cuarto de la tierra cultivada produce casi tres cuartos de las cosechas que alimentan la población mundial, en especial arroz, maíz y trigo. Esas áreas son la despensa de la humanidad y de ellas dependen 4.000 millones de personas, de acuerdo con la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
¿Qué pasa si se reduce la producción? No es nada alentador. Hay escasez y suben los precios. Es lo mínimo que se puede esperar. También se pueden exacerbar conflictos regionales y nacionales.
Se vivió con las sequías en Ucrania y Rusia de 2007 y 2009, que afectaron el trigo y los precios se dispararon. En 2012, por el calor y la sequía, se redujeron en un 27 % los rendimientos de maíz, soya y otros cultivos en EE. UU.
Cálculos citados en distintos estudios sugieren que la producción mundial de alimentos debe doblarse a 2050 para alimentar al mundo. Hasta hoy, la mayor productividad se logró por el uso de los tan cuestionados químicos.
Doble línea de ataque
Un estudio de Curtis A. Deutsch, de la Universidad de Washington y colegas, publicado en Science, reveló una amenaza seria para la seguridad alimentaria.
Por cada grado Celsius que aumente la temperatura del planeta, se perderá entre el 10 y 25 % de la productividad de arroz, maíz y trigo. Cada año se dejarían de producir cerca de 213 millones de toneladas.
Es una cantidad apreciable si se analizan los datos de agosto pasado del Departamento de Agricultura de Estados Unidos: la producción mundial de arroz se estima en 488 millones de toneladas para este año, en maíz de 1.033.000 toneladas y de 738 en trigo.
La pérdida bajo un escenario muy posible de 2° C, sería del 31 % en maíz, 19 % en arroz y 46 % en trigo, o 62, 92 y 59 millones de toneladas, respectivamente.
¿Por qué? “Primero, las temperaturas más cálidas aumentan exponencialmente las tasas metabólicas de los insectos. Segundo, con excepción del trópico, esas temperaturas aumentarán su tasa reproductiva”, dice Deutsch.
En otras palabras, habrá más insectos y tendrán más hambre, mayor voracidad.
Ellos ganarán
Los impactos del cambio climático sobre las infestaciones de estos organismos “agravarán los problemas de inseguridad alimentaria y los daños ambientales de la agricultura en todo el mundo”, en opinión de Rosamond Naylor, profesor del Departamento de Ciencias del Sistema Tierra en la Universidad Stanford.
Usar más pesticidas, sembrar organismos modificados genéticamente y disponer prácticas agronómicas como la rotación de cultivos, ayudará a controlar las pérdidas por los insectos, pero no se podrá mitigar todo el impacto.
“Parece que incluso bajo todos los escenarios de cambio climático, las poblaciones de pestes serán las ganadoras, en particular en regiones templadas altamente productivas, provocando que suban los precios, e inseguridad alimentaria en las familias”, asegura Naylor.
Las conclusiones de los científicos se basan en el análisis de 38 insectos conocidos por atacar esos tres cultivos, que representan el 42 % de las calorías consumidas por los humanos en el planeta.
Los científicos hicieron estos hallazgos mediante la recopilación de datos de laboratorio con las respuestas fisiológicas de los insectos al calor. Luego combinaron esa información con datos sobre la ocurrencia global de tales insectos, y después los relacionaron con datos climáticos bajo un escenario sin cambios, donde las temperaturas globales aumentan 2°C.
Como en el trópico la temperatura está casi en las condiciones óptimas para el metabolismo y la reproducción de los insectos, el efecto será menor pero también se sentirá allí: el arroz en esas latitudes tendrá pérdidas del 19 %.
“En las regiones templadas no están en la temperatura óptima, así que si sube sus poblaciones crecerán más rápido”, explica Scott Merrill, de la Universidad de Vermont.
En el caso del arroz, que crece sobre todo en el trópico, las pérdidas se estabilizarán, con un aumento de 3°, lo que provocará una disminución en las poblaciones de insectos y contrarrestará la aceleración del metabolismo.
Los modelos sugieren que así se reduzcan de manera significativa las emisiones de gases de invernadero, el planeta seguirá calentándose durante todo el siglo.
Ahora los estudios se deben centrar en escalas locales para proyectar el daño y tratar de mitigar esos efectos.
En este escenario, las próximas décadas serían el gran festín de poblaciones de insectos a costa del hambre de millones de personas.
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