La profesión docente es de gran importancia pues nos hace protagonistas en la formación de nuevos ciudadanos, que requieren de todo nuestro apoyo y vocación de servicio para convertirse en personas de bien. Pero esta vocación es permanentemente puesta a prueba por las dificultades del día a día, la incomprensión de diversos sectores que nos ven como culpables de los problemas del sector o nuestras propias tribulaciones y dudas sobre el por qué nos hicimos maestros. En esta nota les presentamos unas interesantes y oportunas reflexiones que nos ayudarán a reencontrarnos con aquel impulso que inicialmente nos condujo a ejercer el profesorado. Esperamos sus comentarios y que nos cuenten sus propias experiencias para convertir este espacio en una oportunidad de interactuar y aprender mutuamente unos de otros:
TRABAJAR CON VOCACIÓN HACE LA VIDA MÁS LLEVADERA Y FELIZ
Lic. Yvette I. Ubillús
Hace muchos -o tal vez no tantos- años tomaste una importante decisión en tu vida ¿Qué profesión seguir? ¿Lo recuerdas aún? Aquel período tan importante en el que, en medio de tu juventud y tus ganas de abrirte paso en la vida, tomaste una de las opciones que te acompañarían por el resto de tus días y que marcarían el espíritu de tu rutina diaria. Una decisión bastante trascendental para un adolescente recién salido del colegio ¿verdad? Cuando miras a ese entonces no te preguntas ¿Cómo lo hice? ¿Cómo lo logré?
Pues de eso trataremos en este espacio porque a raíz de esa experiencia, que marcó tu vida, hoy vives feliz y realizado por hacer lo que tu vocación te dictó o tal vez atraviesas caminos de frustración por una decisión equivocada, apurada o forzada. Además en este momento trabajas con alumnos y puedes ver que están acercándose a esa etapa tan importante de la vida y quizás tú seas una influencia muy importante para los resultados de sus decisiones.
Empecemos por sincerarnos: ¿Por qué elegí ser maestro? ¿Me gustaba la idea de formar a otros seres humanos y prepararlos para la vida? ¿Mis familiares más cercanos como mi madre o padre eran maestros y su actividad me cautivó? ¿Tuve unos maestros que me inspiraron con su ejemplo? ¿Me gustaba la investigación y compartirla con los alumnos? ¿Era la carrera que menos puntaje me pedía en el examen de admisión? ¿Otras carreras eran demasiado caras y no me alcanzaba para pagarlas? ¿No estaba seguro y opté por educación?
Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán a ponernos en el contexto de lo que nos llevó a tomar la decisión de estudiar para luego enseñar. Y es importante que seamos sinceros porque ya sea la respuesta una de la más sublimes y positivas o sea tal vez que las circunstancias me pusieron en este camino, lograr que nuestra actividad actual sea llevadera y constructiva es algo que hay que trabajar cada día con esfuerzo y entusiasmo a pesar de las dificultades.
Si lo decidimos por vocación o no siempre deberemos estar orgullosos de haber transitado con éxito el camino de la carrera de docente, eso indica que hemos tenido la disciplina y el rendimiento para sacar adelante una profesión, cosa que a la que muchas personas no tienen acceso por más que lo desean u otros no lo consiguen al no aprobar con éxito el rigor académico.
Entonces desde ahí tenemos algo que agradecer a la vida y agradecernos a nosotros mismo. Pero ya soy maestro y ahora ¿qué sigue? Pues el tránsito de las aulas donde éramos alumnos y donde nos hablaron sobre cómo educar a los que serían nuestros propios pupilos, es muy distinto a llegar a nuestras aulas y enfrentar un número de niños y jóvenes que estarán a nuestro cargo. En palabras simples: la teoría es muy diferente a la práctica ¿verdad?
Pronto descubrimos que nuestra actividad no se circunscribe tan solo a nuestro trato con los alumnos, sencillo o complicado según sea el caso, también están los padres de familia que pueden ser tan o más complicados que su hijos, el resto del personal docente y administrativo del centro educativo para el cual laboramos, las autoridades del sector educación y por si fuera poco tenemos que continuar nuestra vida personal con el mismo esfuerzo que cualquier otra persona sea cual sea su actividad laboral.
Y entonces nos preguntamos ¿soy feliz con lo que hago? ¿Me siento realizado día a día a pesar de los reveses que se me presentan como a tantas otras personas? Si pudiera ¿cambiaría mi labor como maestro o maestra por una actividad más lucrativa aunque esta no me hiciera feliz? ¿Se puede ser un profesional completo haciendo algo que no me gusta?
Hasta aquí ya tenemos muchas preguntas que respondernos ¿No les parece? Tal vez sería bueno que en esta oportunidad nos detengamos en este punto y cuando tengamos algunas respuestas prosigamos tema por tema acerca de la mejor manera de trabajar con vocación para lograr una vida más llevadera y feliz.
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