Mientras abren sus sociedades al desarrollo de la propaganda y el apoyo a la guerra, los países occidentales van dotándose inexorablemente de un sistema de censura en internet. En medio de ese contexto, una tensión extremadamente violenta divide profundamente el escenario internacional. Ante el creciente riesgo de confrontación generalizada, Moscú trata de encontrar interlocutores creíbles tanto en la ONU como en Estados Unidos. Estamos ante una situación nunca vista desde 1938 y que puede degenerar como en aquella época.
- El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, en compañía de los ministros de Exteriores, Serguei Lavrov, y de Defensa, Serguei Choigu.
Durante una conferencia de prensa en Moscú, el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, denunció públicamente en Moscú las instrucciones del secretariado general de la ONU a todas las agencias de la organización internacional, instrucciones que les prohíben toda forma de participación en la reconstrucción de Siria.
Lavrov se refería así a un documento titulado Parameters and Principles of UN Assistance (“Parámetros y Principios de la Ayuda de la ONU”) redactado en octubre de 2017 por el estadounidense Jeffrey Feltman, director de Asuntos Políticos de la ONU y número 2 en la jerarquía de esa organización internacional.
Según el texto de Feltman:
«Las Naciones Unidas estarán dispuestas a ayudar a la reconstrucción de Siria únicamente cuando una transición global, auténtica e inclusiva, negociada por las partes sirias esté firmemente en marcha.» [1]
Ese texto contradice los objetivos de la Organización de las Naciones Unidas… pero su secretariado general lo defiende. Los Estados miembros de la ONU nunca participaron en su redacción ni fueron llamados a opinar sobre ese texto, que corresponde al punto de vista del Reino Unido y de Francia pero no al de Estados Unidos.
Durante el mismo encuentro con la prensa, el ministro ruso de Exteriores precisó que había solicitado aclaraciones sobre ese documento al secretario general de la ONU, el socialista portugués Antonio Guterres.
Que yo sepa, es la primera vez que un Estado miembro del Consejo de Seguridad de la ONU cuestiona un documento interno del secretariado general de la organización. Sin embargo, el problema no es nuevo.
A finales de 2015, Rusia tuvo conocimiento de un conjunto de documentos internos de la ONU que se denominó «Plan Feltman para Siria» [2]. Se trataba, de hecho, de un detallado proyecto de capitulación total e incondicional para la República Árabe Siria, incluso más drástico que el que el general McArthur impuso a Japón en 1945 [3].
Moscú se vio entonces en una situación muy delicada. Si hacía públicos aquellos documentos, destruía la credibilidad de la ONU como organización internacional al servicio de la paz y tendría que proponer nuevas instituciones internacionales que la reemplazaran. El presidente ruso Vladimir Putin decidió prudentemente mantener en secreto la existencia de tales documentos, negociar con el entonces presidente Barack Obama y salvar la ONU.
Pero nada cambió en la práctica. Al ser nombrado nuevo secretario general de la ONU, Guterres mantuvo a Feltman en el cargo que ya ocupaba y el estadounidense redactó un nuevo documento para sabotear la paz. Y ahora lo reemplaza Rosemary DiCarlo, también estadounidense, que no ha anulado las instrucciones de su predecesor.
Rusia no se conformará esta vez con excusas y declaraciones dilatorias. Hoy se imponen las siguientes interrogantes: ¿Es Guterres realmente el jefe de Rosemary DiCarlo o existe en la ONU una doble jerarquía? ¿Existe en la ONU una jerarquía pública, que habla de paz, mientras que una jerarquía secreta que actúa a favor de la guerra?
Al principio de la guerra fría, se concibió en Estados Unidos un mecanismo que debía permitir que el país sobreviviese a un ataque nuclear soviético en el que perecieran el presidente y los miembros del Congreso. El presidente Eisenhower nombró un gobierno fantasma encargado de garantizar la continuidad ante una catástrofe de esa magnitud. Ese ente secreto fue renovado periódicamente por sus sucesores y todavía existe hoy en día.
Hace 18 años que defiendo la tesis de que ya no son el presidente y el Congreso quienes gobiernan Estados Unidos sino esa entidad secreta. Basándome en documentos oficiales estadounidenses, interpreté los atentados del 11 de septiembre de 2001 como un golpe de Estado realizado por esa instancia, cuyos miembros no dependen del voto de los electores. Temerosos de una tesis que pone en tela de juicio el ideal democrático, quienes me contradicen rechazaron de plano mis trabajos… sin discutirlos realmente ni tan siquiera leerlos.
Podría creerse que, ya después del segundo mandato de George W. Bush y de los dos mandatos de Barack Obama, ese tema había quedado atrás. Sin embargo, durante su campaña electoral, el hoy presidente Donald Trump denunció la existencia de ese «Estado Profundo» (Deep State) que, según él, ya no defiende los intereses del pueblo estadounidense sino los intereses de la finanza transnacional.
Por supuesto, ningún país ha tomado posición públicamente sobre algo que es una cuestión de política interna y de soberanía de Estados Unidos. Pero el presidente Vladimir Putin abordó el tema la semana pasada. El 22 de agosto –dos días después de la intervención de su ministro de Exteriores sobre el problema de la ONU–, Putin comentó las sanciones estadounidenses contra Rusia:
«Y no es solamente la posición del presidente de Estados Unidos lo que cuenta. Es la posición de la institución que pretende ser el Estado, de la clase dirigente en el sentido amplio del término. Espero que nuestros socios tomen conciencia algún día de que esa política no tiene futuro y que comenzaremos entonces a cooperar de manera normal.» [4]
Sí, han leído ustedes bien. El presidente Putin dice que en Estados Unidos no hay un Poder sino dos. El primero se compone del Congreso y la presidencia. El segundo es ilegítimo pero a veces más poderoso.
En dos días, la Federación Rusa ha cuestionado la coherencia de la ONU y la de Estados Unidos.
Desgraciadamente, quienes todavía no han analizado los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, ni sacado conclusiones de las guerras posteriores a esos hechos, siguen aferrados al discurso oficial. Probablemente verán en la posición rusa una maniobra destinada a perturbar el funcionamiento de las democracias occidentales.
Desde el punto de vista de Moscú, hay que poner fin sin demora a la guerra de agresión contra Siria –implementada a través de los yihadistas– y levantar las sanciones unilaterales de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea contra Rusia. El problema que todos tenemos que enfrentar no es la defensa de la democracia sino el peligro de guerra.
Una jerarquía paralela, totalmente ilegítima, se ha apoderado de la ONU y del gobierno de Estados Unidos y pretende empujar el mundo a un conflicto generalizado.
Fuente
Al-Watan (Siria)
Al-Watan (Siria)
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