Más de 5,5 millones de ciudadanos están convocados a participar en unos comicios
que se leerán como un plebiscito sobre la república y el 155, en un clima de
alta movilización y con un pronóstico incierto
Papeletas en un colegio electoral para las elecciones del 21-D. REUTERS/Jon Nazca
Catalunya vota este jueves en las elecciones del 21D. Más de un millón y medio de catalanes están llamados a las urnas en la jornada electoral más anómala, al menos, desde la recuperación de la democracia. Unas elecciones marcadas por el 155 y la presencia de candidatos presos, que todo el mundo está de acuerdo en considerar decisivas. Y que, más allá de la lectura plebiscitaria del resultado, darán un Parlamento que exigirá pactos. [Sique aquí el directo de la jornada electoral]
Un total de 5.554.394 ciudadanos tienen derecho a participar en estos comicios, repartidos en 2.680 colegios electorales y 8.247 mesas. De este más de medio millón de electores, 226.381 están inscritos en el Censo de Residentes en el Extranjero (CERA), y se han aceptado 39.521 peticiones de voto de residentes en el exterior, un 81,5% más que en los comicios de 2015, según los datos que ha hecho públicos este miércoles el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo.
El hecho de que haya sido Millo quien haya presentado los datos –y no la conselleria de Gobernación, como es habitual– ya es de por sí anómalo. También lo es que parte de los candidatos independentistas –incluyendo a los números 1 de ERC, Oriol Junqueras, y de JuntsxCat, Carles Puigdemont–, estén en prisión o en Bélgica. Con la consideración de presos políticos o de políticos presos y de exiliados o huidos, respectivamente, y según qué bloque que haga la valoración.
Y es que estas elecciones van también de bloques. Si las de 2015 las celebró el independentismo como un plebiscito sobre la autodeterminación, estas las ha convocado el Gobierno central –con el aplauso de Ciudadanos y PSC– para ratificar el final del proceso soberanista. Por lo que, más allá de quién debe ocupar la plaza de Sant Jaume los próximos cuatro años, en el escrutinio se contará (en escaños y en votos) la suma de los bloques independentista y constitucionalista. Los primeros confían en mantener o aumentar su mayoría absoluta de hace dos años, con el objetivo de presentar una victoria en unas elecciones convocadas "con las reglas del juego" del Estado –en palabras de Puigdemont–, si no como una ratificación de la República, al menos como un aval para continuar el pulso con el Estado y poner fin al 155. Los segundos, por su parte, esperan al menos que el independentismo no sume, y desean una primera posición de la lista que encabeza Inés Arrimadas –que algunas encuestas dan como factible– para "pasar página" de la dinámica del proceso.
Los posibles pactos
Aparte de la lectura plebiscitaria, noobstante, alguien tendrá que gobernar la Generalitat. Con pactos, necesariamente. Y las posibilidades son diversas y complejas. Complejas incluso en caso de mayoría absoluta independentista, dado que la CUP ya ha dejado claro durante la campaña que sólo tiene intención de apoyar a un ejecutivo que apueste por la unilateralidad, y ERC y JuntsxCat han proclamado que rechazan esta vía –con el matiz que no "renuncian" a nada–. Pero aún más complejo sería el panorama si no se produce esta mayoría. En este supuesto, las opciones van desde un complejo tripartito de izquierdas ERC-Comunes-PSC –rechazado en la campaña de forma clara por los republicanos– a un aún más inviable pacto constitucionalista. Inviable, no porque Ciudadanos, PSC y PP no estén dispuestos, sino porque necesitaría de improbable aquiescencia de la lista de Xavier Domènech, atrapada en una dinámica de bloques que no le favorece. En este sentido, no sería descartable un gobierno de concentración, y tampoco una repetición de las elecciones.
La dinámica de bloques, el 155, los presos y el clima de exaltación política que se vive en Catalunya desde el verano han favorecido la movilización. Y esto puede tener sus efectos. El bando independentista, visiblemente más movilizado –en las redes, en la asistencia a los mítines y en la presencia de carteles do it yourself en las calles-, parte del suelo de los más de dos millones de votos a favor de la independencia del referéndum del 1-O, y confía en atraer a votantes adicionales no estrictamente independentistas pero que opten por expresar en las urnas su rechazo al 155 y a las imputaciones de los líderes soberanistas. El bloque constitucionalista, por su parte, espera que la participación récord que pronostican las encuestas –y que se puede ver afectada, en un sentido u otro, por el hecho de que la jornada electoral tenga lugar en un día laborable– despierte lo que consideran la "mayoría silenciosa" no independentista. Con tantas variables en juego, en unas elecciones tan peculiares, el pronóstico es incierto. La respuesta, este jueves por la noche.
Fte: PUBLICO
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