jueves, 28 de diciembre de 2017

Madres centroamericanas buscan a sus hijas e hijos desaparecidos


Desesperadas madres que no saben que ocurrió a sus hijos de paso hacia Estados Unidos

¿Cuántos desparecidos hay en México, provenientes de Centroamérica, de paso hacia Estados Unidos? La verdad, nadie lo sabe. Solamente están los testimonios de la caravana de madre centroamericanas que cada año renuevan el grito: “Hijo, escucha, tu madre está en la lucha”; o bien, “De norte a sur, de este a oeste, los buscaremos cueste lo que cueste”.
Las consignas de las desesperadas madres centroamericanas que están en busca de sus hijos migrantes desparecidos durante el largo y cada día más peligroso trayecto por territorio mexicano, resuenan de tiempo en tiempo en México, sin que mucha gente –excepto la Iglesia católica y algunas organizaciones no gubernamentales—muevan un dedo al respecto.
Además, con las nuevas políticas migratorias implementadas por el gobierno federal de Estados Unidos, cada día son más los que se quedan –queriéndolo o no—a mal vivir en México. Cientos de ellos inundan los cruceros de las grandes avenidas de Guadalajara, Monterrey, Querétaro, San Luis Potosí, etcétera… pidiendo para comer.

Su arma es una foto

Generalmente son madres de hijas e hijos desaparecidos en México las que, año con año, desde Yoro, Honduras, vienen a México, arrastrando con ellas una extensa cadena de llanto, frustración, desconfianza, miedo y también alguna esperanza de encontrar vivo a su familiar. Su guía es difusa: la últimas vez que recibieron una llamada, los que le pueden decir de su paso las casas de acogida, las organizaciones ayuda o la información que ha podido obtener el Movimiento Migrante Mesoamericano.
Su otra “arma” es una fotografía de la persona que creen que han desaparecido en México, junto con un letrero: “Se busca”. Y a veces, se encuentra. En varias caravanas se han logrado hasta siete reencuentros de quienes, como en la Parábola del Hijo Pródigo, estaban “muertos” y volvieron a la vida. Y es que “perderse” en estados mexicanos como Chiapas o Veracruz; Tabasco o Oaxaca, puede significar, si no la muerte, enrolarse a las filas del narcotráfico, ser sometidos a trata, a prostitución o a “donar un órgano”…
Hay casos de éxito: en la capital del Estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, doña Dilma Pilar de Escobar, Doña Pilar, buscaba a su hija Olga Romero Medina. Este sitio era de donde había obtenido el último dato sobre la ubicación de su hija. Pegó carteles con su fotografía y diez días después de haber comenzado la búsqueda recibió una llamada de alguien que reconoció el rostro de Olga, con quien pudo reencontrarse tras ocho años de ausencia.

Hacer el trabajo de las autoridades

La búsqueda de las madres centroamericanas –y de las organizaciones que las apoyan—no solamente se reduce a deambular por los pueblos, las zonas de prostitución, los alrededores de la vía del tren (sobre todo del tristemente célebre tres llamado “La Bestia” que va desde la frontera sur de México con Guatemala hasta la frontera norte de México con Estados Unidos) o los albergues donde fueron vistos sus familiares por última vez. También van a las cárceles o a los centros de detención que hay en el país.
En ellas, muchas veces incomunicados, pueden estar sus familiares o bien algunos presos centroamericanos pueden dar pistas para poder ubicarlos con mayor precisión. Además, las madres de la Caravana, pueden actuar como enlaces –de hecho lo son—con el mundo exterior, con las familias de los presos o con las autoridades consulares de Honduras, El Salvador o Guatemala (también algunos de Nicaragua), que son los principales expulsores de migrantes desaparecidos en México.
Casi de forma natural, la Caravana de madres centroamericanas ha recibido el apoyo, la asesoría y la información sobre cómo conducirse en México en caso de desapariciones (se calcula que la guerra contra el narcotráfico y todos sus derivados, de 2006 a la fecha ha dejado cerca de 40,000 desaparecidos en el país). Tal es el
el Colectivo Solecito, que se ha encargado de buscar a desaparecidos en México. “Las autoridades no están haciendo su trabajo, somos nosotros los que tenemos que buscar y exigir justicia”. El Colectivo Solecito descubrió la fosa clandestina más grande de la que haya registro en el país en el predio de Santa Fe, en el Estado de Veracruz.

Son “culpables” por ser migrantes

Por lo demás, este 2017 en el que se celebra la XIII Caravana de Madres Centroamericanas (comenzó el 1 de diciembre en la frontera sur de México) es el tercer año en el que padres se unen a la Caravana, lo que habla de que el movimiento que cobra fuerza y que está logrando el consenso general de que en México no se está protegiendo la integridad de los migrantes centroamericanos, ni respetando sus derechos humanos.
“A los migrantes se les culpa por la violencia y el daño que encuentran en su camino. Son percibidos como personas que traen crimen, criminales que han entrado al país ilegalmente o como personas imprudentes por su decisión de viajar a través de áreas peligrosas”, destacaron los activistas que acompañan la Caravana este año a la revista mexicana Proceso.
“De esta forma, subrayaron, a los migrantes se les culpa por la violencia que sufren. Y recalcaron que la tarea de buscar a los desaparecidos, romper el silencio y exigir justicia se ha dejado en manos de los familiares de las víctimas”, resume Proceso la motivación interna de varios cientos de mamás, hermanas, hermanos y padres en busca de quienes un día salieron a buscar un mejor destino en su país.
Con información del foto reportaje de Consuelo Pagaza en Animal Político.

ALETEIA

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