El autor argumenta por qué la política no es un tema exclusivo de los partidos políticos, sino de toda la sociedad civil
Cuando me sumergía en la comprensión del desarrollo de los primeros derechos humanos en la historia, concluí que no hay duda que la libertad religiosa era la primera que saltaba a la vista, y de ahí, se desprendía la libertad de expresión y la libertad de conciencia. Luego vendría, ahí muy cerquita, el derecho a la propiedad y todo su desarrollo liberal.
Pero, siempre me pareció que la libertad política fue aquella “hija no querida” de los derechos humanos y ahora de los derechos fundamentales. Sin embargo, viendo en retrospectiva, siempre fue trascendental en la historia.
Estos temas cobrarán especial interés el día jueves, cuando se discutirá la vacancia del presidente Pedro Pablo Kuczynski. La verdad, siendo trascendental el hecho político que se avecina, poco se hace y se dice en los corrillos académicos, gremios regionales, asambleas sindicales, colegios, universidades, etc. Parece que hubiéramos “cedido” totalmente nuestro derecho político a los representantes parlamentarios para que ellos hablen de política y nosotros al balcón y de “mirones”.
Considero que falta un debate nacional sobre lo que viene ocurriendo, debido a que cualquiera sea la decisión que tome el Congreso, esta mermará en la política nacional; será un antes y después, tendrá alarmantes repercusiones. Creo que todo este hecho afectará la forma de Estado, forma de gobierno y el régimen político y desconocemos si esto ocurrirá a corto o mediano plazo pero ya es una un parteaguas.
Al respecto, permítanme una exquisitez, Pérez Luño recogiendo a Jellinek señala que:
“[…] las sucesivas etapas de afirmación de los derechos públicos subjetivos se desglosaba en cuatro fases o estados:
1. El status subjectionis, que determinada la situación puramente pasiva de los destinatarios de la normativa emanada del poder político;
2. El status libertatis, que comporta el reconocimiento de una esfera de libertad individual negativa de los ciudadanos, es decir, la garantía de la no intromisión estatal en determinadas materias;
3. El status civitatis, en el que los ciudadanos pueden ejercitar pretensiones frente al Estado, lo que equivale a poder reclamar un comportamiento positivo de los poderes públicos para la defensa de sus derechos civiles, y
4. El status activae civitatis, situación activa en la que el ciudadano goza de derechos políticos, esto es, participa en la formación de la voluntad del Estado como miembro de la comunidad política”[1].
Tampoco se puede decir que la política está entregada a los partidos políticos, esa visión, enclaustra el concepto de democracia y viene siendo superado en nuestro tiempos de posmodernidad. Un autor como Alain Touraine considera que la democracia ha sido sustituida por una lógica que va de abajo hacia arriba, de la sociedad civil al sistema político y de allí al Estado, lo que no implica que el Estado mantenga una cierta autonomía, al igual que el sistema político.[2]
Entonces la política no es un tema exclusivo de los partidos políticos, sino de toda la sociedad civil, que incluye a los partidos claro está.
Hasta ahora no se sabe si habrán suficientes votos de congresistas para vacar a PPK, una lamentable situación en que se ha reducido la política de estos tiempos. Nuestro sistema presidencialista se encuentra “terciando” con un marcado parlamentarismo; y de hacerse efectiva la vacancia del presidente, estamos seguros que el parlamento se “empoderará” y la conducción del gobierno puede trastabillar sino se llegan a acuerdos políticos. Pero no solo en las alturas y entre líderes políticos, sino también con líderes gremiales, regionales, sindicales, empresariales, académicos, etc; inclusive para el propio acto de gobernar.
En estos tiempos, no es suficiente estar de un lado o del otro, sino es necesario que la información fluya, y que todas y todos seamos escuchados para canalizar mejor las decisiones políticas y que se afirme la institucionalidad. Es necesaria la continuidad del control político se mantenga, pero también el sistema de justicia debe ser respetado cualquiera sean sus consecuencias. Un líder empresarial, a quién se le puso límites para salir del país, acaba de decir que ya no confía en la justicia peruana, como si estuviéramos en un Estado patrimonial donde sólo se acata aquello que es de nuestro agrado.
Finalmente, esperemos que el baldazo de agua fría de Lava Jato no solo impacte en los líderes “debilitados”, sino también repercuta por igual a todos y todas los implicados, en el sentido que existe una creciente percepción de que no hay un trato igualitario con otros y otras, pues eso también afecta la credibilidad de la política y de la justicia.
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