6:00 p m| 12 jun 18 (LN/LR/BV).- En una nueva carta enviada a los chilenos, el Papa les pidió un “nunca más” a la cultura del abuso, así como “al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse”. También agradeció de manera enfática a las víctimas, al reconocer que “todo el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza, no se cansaron de buscar la verdad”.
Frente a este documento que admite “el dolor causado” y la “magnitud de los acontecimientos”, decepciona la notade la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica enviada al Perú sobre el tema de los abusos en el Sodalicio, más bien fría y sin novedades respecto de la necesidad de enfrentar las investigaciones sobre complicidad y de acoger el dolor de las víctimas.
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La epístola enviada a Chile -de ocho carillas y redactada por el mismo Francisco-, fue difundida en Santiago por la Conferencia Episcopal, horas después de que el Vaticano anunció que el Papa decidió enviar otra vez al arzobispo maltés, Charles Scicluna -autor de un lapidario informe sobre el escándalo de abusos en la Iglesia chilena-, para una segunda misión a ese país. El objetivo de la misión esta vez será la diócesis de la ciudad de Osorno, sacudida en 2015 por la designación del cuestionado obispo Juan Barros.
La decisión de enviar por segunda vez a Scicluna -que viajará como la otra vez junto al sacerdote español Jordi Bertomeu-, confirmó la determinación de Francisco a ir a fondo con la limpieza iniciada en la “herida” Iglesia chilena, una “transformación”, renovación y conversión que, como dejó en claro el Papa en la carta al pueblo chileno, no sólo tiene que involucrar a obispos, sacerdotes y religiosos, sino a toda la sociedad.
“La renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos”, escribió Francisco.
El anuncio de la nueva misión de Scicluna -máximo experto del Vaticano en pedofilia, famoso por su investigación sobre los Legionarios de Cristo y de inmensa credibilidad entre las víctimas-, así como la carta “al pueblo de Dios que peregrina en Chile”, llegó a menos de dos semanas de la renuncia en bloque de la cúpula del episcopado chileno, el 18 de mayo. Una medida sin precedente en la historia de la Iglesia, que llegó al final de tres días de encuentros y un virtual retiro espiritual que los obispos chilenos tuvieron en el Vaticano junto al Papa, que los había convocado para enfrentar la emergencia.
Pasadas casi tres semanas, se anunció que hasta el momento Francisco ya aceptó la renuncia de tres obispos, entre ellos Juan Barros. Las otras dos renuncias serían por motivos de edad, y se habrían remitido incluso antes del 18 de mayo.
En la carta enviada a los chilenos, el Papa agradeció especialmente a las víctimas. “Todo el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la verdad”, dijo. “Me refiero a las víctimas de los abusos sexuales, de poder, de autoridad y a aquellos que en su momento les creyeron y acompañaron. Víctimas cuyo clamor llegó al cielo. Quisiera, una vez más, agradecer públicamente la valentía y la perseverancia de todos ellos”, agregó.
El Papa reconoció que una de “nuestras principales falta y omisión” fue “el no saber escuchar a las víctimas”. “Con vergüenza debo decir que no supimos escuchar y reaccionar a tiempo. La visita de monseñor Scicluna y monseñor Bertomeu nace al constatar que existian situaciones que no sabiamos ver y escuchar. Como Iglesia no podíamos seguir caminando ignorando el dolor de nuestros hermanos”, admitió.
“El ‘nunca más’ a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero”, aseguró. E invitó a todos a comprometerse a una conversión personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y cuidar especialmente a los más vulnerables.
“Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diálogo y constructiva confrontación para caminar hacia una cultura del cuidado y proteccion”, indicó. “Pretender esta empresa solamente desde nosotros o con nuestras fuerzas y herramientas nos encerraria en peligrosas dinamicas voluntaristas que perecerian en el corto plazo. Dejémonos ayudar y ayudemos a generar una sociedad donde la cultura del abuso no encuentre espacio para perpetuarse”, invitó.
Y exhortó a todos los cristianos y especialmente a los responsables de Centros de formación educativa terciaria, de educación formal y no formal, Centros sanitarios, Institutos de formacion y lJniversidades, a “mancomunar esfuerzos en las diócesis y con la sociedad civil toda para promover lucida y estratégicamente una cultura del cuidado y protección”. Todo esto para promover “una nueva mentalidad”.
Documento del CIVCSVA sobre Figari (Perú): Sin mea culpa ni mención a las víctimas
La Iglesia católica no pondrá obstáculos a la justicia peruana si esta decide iniciar un proceso de extradición contra el fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Luis Figari, acusado de abusos psicológicos, físicos y sexuales contra ex miembros de su movimiento religioso, informó ayer la Conferencia Episcopal del Perú (CEP).
Monseñor Miguel Cabrejos, presidente de la CEP, leyó un comunicado oficial de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, que asegura que nunca se ocultó ni protegió a Luis Figari de la justicia, ni se impidió que responda a las acusaciones.
“Se consideró oportuno que no regresara al Perú”, detalló el comunicado, pero “solo para garantizar que se repare el daño que causó, se restablezca la justicia con las víctimas y se evite que cause más daño”. En el documento se aseguró que, incluso, sin una solicitud de extradición, actualmente Figari puede regresar al Perú “por razones graves” y con el permiso de las autoridades católicas.
La decisión de mantener a Figari fuera del Perú y otras medidas solicitadas por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica fueron apeladas por el propio Figari ante el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica en enero pasado, que rechazó ese recurso. Figari volvió a presentar otra apelación, esta vez ante el Colegio de Jueces del Foro Apostólico Supremo, que debe emitir una decisión final.
Resulta inevitable la comparación entre estas dos cartas enviadas a dos países hermanos con apenas unos días de diferencia. Si bien se podría argumentar que los objetivos son diferentes, la problemática de fondo -los abusos y encubrimiento-, así como los daños causados y repercusiones, están en un nivel comparable.
Por un lado la carta del papa Francisco, muy sentida en el objetivo de reconocer y pedir perdón por las deficiencias de la Iglesia, tanto respecto de la complicidad del encubrimiento, como de la desprotección y maltrato de las víctimas.
Del otro, una fría carta de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, que afirma que no han ocultado ni protegido a Figari, sin manifestar solidaridad con las víctimas o un mea culpa. Siendo una de las escasas manifestaciones de la Santa Sede al respecto, y comparada con la comunicación de Francisco, este es un silencio que inquieta. A las víctimas en el Perú les toca seguir esperando.
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Fuentes:
La Nación / La República
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