sábado, 15 de junio de 2019

El diaconado femenino. Un debate que continúa

7:00 p m| 14 jun 19 (CW).- El 10 de mayo en el Vaticano, el Papa tuvo una larga sesión de preguntas y respuestas con la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), compuesta por 850 mujeres, reunidas en su 21ª Asamblea plenaria. La reunión tuvo lugar tres años después de un encuentro similar en mayo de 2016, que resultó en la decisión de Francisco de crear una comisión de estudio sobre el diaconado femenino, anunciada en agosto de 2016.
Esta vez, frente a la asamblea de superiores generales, Francisco anunció que el resultado de la comisión de estudio no era concluyente, ya que todavía no había consenso entre los miembros sobre la naturaleza del diaconado femenino en la iglesia primitiva. El Papa entregó a la presidenta saliente de la UISG, hna. Carmen Sammut, una copia del informe de la comisión, que aún no se ha hecho público. Massimo Faggioli, teólogo e historiador, analiza el contexto actual y proyección del debate y la comisión.
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Este es solo el último capítulo de una historia que comienza en el pontificado de Francisco con la Asamblea del Sínodo de obispos, en octubre de 2015, cuando el obispo canadiense y expresidente de la conferencia episcopal canadiense, Paul Durocher, propuso la ordenación de mujeres como diáconos. Ya han pasado casi cuatro años y la cuestión persiste.
De hecho,si se quiere precisar, el debate lleva encaminado medio siglo. Siguiendo una propuesta hecha durante la Asamblea del Sínodo de obispos de 1971, en mayo de 1973 Pablo VI creó una “comisión especial de estudio sobre la mujer en la sociedad y en la Iglesia”.
Estaba formada por veinticinco miembros: quince mujeres y diez hombres (entre sacerdotes y laicos). El secretario encargado de la comisión era un obispo italiano muy cercano a Pablo VI, Enrico Bartoletti (1905-1976). Fue asistido por una laica australiana, Rosemary Goldie (1916-2010), la primera mujer que ocupó un puesto ejecutivo en la curia romana. En esa época era subsecretaria del Consejo Pontificio para los Laicos y una de las auditoras a las que se permitió seguir los trabajos del Concilio Vaticano II en 1964.
Al inicio parecía que la comisión de Pablo VI sobre la mujer tendría un mandato muy limitado: iba a durar sólo un año y su misión no estaba clara. La curia romana no ocultó su hostilidad hacia el proyecto. Cuando la comisión comenzó su trabajo, alguien de la curia filtró a la prensa un memorándum dejando claro que la comisión no abordaría el tema de la ordenación de mujeres. La nota insistía en que la comisión se ocuparía sólo de la cuestión de las mujeres en el apostolado, mas no de las mujeres en el ministerio.
La comisión presentó un informe provisional a la Asamblea del Sínodo de obispos de 1974, mientras aumentaban las tensiones entre las mujeres miembros de la comisión y Pablo VI. En agosto de 1975, el arzobispo Bartoletti envió a Pablo VI un memorándum solicitando que el Papa proporcionara una justificación teológica y eclesiológica para la norma contra la ordenación de mujeres, señalando la insuficiencia de un juicio basado sólo en la disciplina y la tradición. Esto fue durante el período en que se estaba redactando Inter insigniores. Esa declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicada al año siguiente, negó formalmente a las mujeres el acceso al sacerdocio.
En resumen, todo el contexto eclesiástico en el que la comisión de mujeres tenía que hacer su trabajo era hostil a cualquier cambio en el tema de la mujer y el ministerio. Un anterior motu proprio, Ministeria quaedam (1972), que instituyó los ministerios del lectorado y del accolitado, también excluía a las mujeres. Se pidió a la Comisión Teológica Internacional, que había publicado un documento sobre el ministerio sacerdotal en 1970, que preparara un informe sobre las mujeres en el diaconado, que nunca ha sido publicado.
El trabajo de la comisión de Pablo VI sobre la mujer se complicó también por la creciente división entre el papado y los círculos ultraconservadores en torno al arzobispo francés Marcel Lefebvre. Dos miembros francófonos de la curia expresaron abiertamente su oposición a dar a las mujeres un mayor papel en el ministerio: el arzobispo canadiense Edouard Gagnon, que más tarde se convirtió en el emisario papal de Lefebvre, y el P. Louis Ligier, SJ, profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, que estuvo a cargo de preparar el primer borrador de Inter Insigniores.
Estas bases del magisterio trabajadas en los años setenta condujeron a la carta apostólica de Juan Pablo II de 1994, Ordinatio sacerdotalis, en la que se afirmaba que “la Iglesia no tiene autoridad alguna para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este juicio debe ser sostenido definitivamente por todos los fieles de la Iglesia”. Cabe señalar que la Ordinatio sacerdotalis se refiere a las mujeres en el sacerdocio, no a las mujeres en el diaconado.
Por otra parte, el documento conjunto de 2001 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Congregación para el Clero y la Congregación para el Culto Divino sí cerró la puerta al diaconado femenino. Y un documento del 2002 sobre el diaconado emitido por la Comisión Teológica Internacional pareció poner bajo llave el asunto. Juan Pablo II trató de silenciar el debate, y la elección de Benedicto XVI fue tomada por muchos como prueba de que el debate sobre la mujer y el ministerio en la Iglesia católica había terminado. Pero el tema no desapareció.
La historia de la comisión de Pablo VI y sus consecuencias nos ayuda a comprender la situación actual del diaconado femenino. En primer lugar, la comisión creada por Francisco tenía (o tiene, en caso de que aún exista) más libertad que la “comisión sobre la mujer” de principios de los años setenta, que tuvo que enfrentarse no sólo con la doctrina papal que parecía desalentar su trabajo, sino también con toda la curia. Hoy la situación es diferente: el contexto eclesiástico-teológico está ahora mucho más dividido que hace cuarenta años. Hace un año el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis Ladaria, SJ, publicó “En respuesta a ciertas dudas sobre el carácter definitivo de la doctrina de la Ordinatio sacerdotalis”, subrayando la continuidad de Juan Pablo II a Francisco en la enseñanza contra la ordenación femenina al sacerdocio, pero no al diaconado.
Pero entre los obispos -por no mencionar a todo el pueblo de Dios, incluyendo a los teólogos- hay una gran variedad de opiniones sobre el diaconado femenino, una variedad más amplia que la que había en la década de 1970. En las últimas dos o tres décadas, y especialmente durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el debate se ha limitado principalmente a especialistas, pero la reflexión teológica que apoya el diaconado femenino y la situación ecuménica actual (algunas Iglesias ortodoxas han reintroducido recientemente diaconisas) son mucho más favorables a tal desarrollo en la Iglesia católica de lo que lo eran en los años 1970.
El papel de la mujer en la Iglesia hoy es importante de una manera que no lo era en la década de 1970. Ya no se trata sólo del hemisferio norte, sino que se está discutiendo en África, Asia y América Latina. Y es probable que la discusión continúe y crezca en intensidad sin importar cuál sea la posición del Papa sobre el tema.
Pero la Iglesia católica hoy en día está más dividida que en la década de 1970. En el Concilio Vaticano II, por ejemplo, Pablo VI adoptó una línea de defensa firme que Francisco no puede asumir debido a los efectos del pontificado de Benedicto XVI, especialmente en cuestiones litúrgicas estrechamente relacionadas con el debate sobre el diaconado. A pesar de las severas críticas de Francisco al clericalismo, está de nuevo en ascenso, sacralizando el sacerdocio jerárquico como un “ordo”. La tendencia se alejó del clericalismo en la década de 1970, no hacia él.
El debate sobre las mujeres en el ministerio tiene que enfrentarse al mismo problema del tradicionalismo que Pablo VI tuvo que encarar, pero en aquel entonces el tradicionalismo de Lefebvre estaba más aislado. Ahora el tradicionalismo se ha convertido en una corriente dominante entre ciertos grupos de jóvenes católicos, incluyendo jóvenes sacerdotes y seminaristas. Estos jóvenes tradicionalistas y sus partidarios en el clero superior montarían una fuerte resistencia contra cualquier propuesta de reintroducir al diaconado femenino.
En resumen, la Iglesia católica ahora tiene una teología más establecida sobre el diaconado femenino que en los tiempos de Pablo VI, pero las condiciones políticas para tal desarrollo son ahora menos auspiciosas. Aún así, Francisco ha dicho que debemos continuar la discusión. ¿Cómo podemos asegurarnos de que este debate no conduzca a los mismos callejones sin salida a los que condujo en los años setenta?
Un primer paso sería publicar todos los informes sobre el diaconado femenino, empezando por los que se encargaron en los años setenta e incluyendo los que se encargaron bajo el mandato de Francisco. La discusión debe ser abierta si se quiere llegar a algún lado.
Un segundo paso sería hacer que la discusión fuera sinodal, lo que requeriría una Asamblea del Sínodo ad hoc sobre la mujer en la Iglesia. ¿Por qué una asamblea sinodal? Porque la discusión no solo debe ser sobre la historia del ministerio de las mujeres (que dominan los expertos) sino también sobre la teología. Una comisión de expertos solo puede -y debe llegar- hasta cierto punto en esta cuestión. Repito aquí lo que escribí en 2016 antes que Francisco anunciara la comisión: debemos desengañarnos de la creencia ingenua de que un acuerdo sobre la evidencia histórica del diaconado femenino y su rol en la iglesia primitiva puede resolver esta controversia. Los llamamientos a la historia rara vez son concluyentes en los debates teológicos, y pueden resultar contraproducentes. Son los católicos tradicionalistas, no los progresistas, quienes se supone que creen que algo es legítimo sólo en la medida en que no es nuevo.
La buena noticia es que tanto el debate teológico sobre el diaconado femenino, como el sensus fidei en la Iglesia global no son lo que eran en la década de 1970. Hoy en día es improbable que Roma se salga con la suya desestimando las peticiones del ministerio diaconal de las mujeres simplemente señalando la falta de consenso sobre los hallazgos históricos. La gente ahora exige mejores respuestas.

Antecedentes en Buena Voz:

Fuente:
Commonweal

miércoles, 12 de junio de 2019

El Papa lamenta el "daño" que hacen los pastores que se sirven de los fieles

"No hay relación con Dios fuera de la gratuidad", recuerda en Santa Marta

Papa Francisco en Santa Marta
Papa Francisco en Santa Marta

"Prediquen, sirvan, pero no se 'sirvan de'. Sirvan y den gratis lo que han recibido gratis", les recuerda

"La salvación no se compra, se nos da gratuitamente... Dios nos salva gratis, no nos hace pagar"

La vida cristiana es caminar, predicar, servir, y no ‘servirse de’. Es dar gratuitamente lo que gratuitamente se recibe de Dios y hace “mucho mal” ver a pastores que comercian con la gracia de Dios. Es lo que dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, tomando como punto de partida el pasaje del Evangelio (Mt 10,7-13) sobre la misión de los apóstoles, la misión de todo cristiano, al ser enviado.
“Un cristiano -afirmó- no puede quedarse quieto”; la vida cristiana es “abrirse camino, siempre”, recordando las palabras de Jesús: “Cuando vayan en camino, prediquen, diciendo que el reino de los cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios”. Esta es, entonces, la misión, y se trata de “una vida de servicio”.
“La vida cristiana es para servir. Es muy triste cuando encontramos cristianos que al inicio de su conversión y de su conciencia de ser cristianos, sirven, están abiertos a servir, sirven al pueblo de Dios, y después terminan sirviéndose del pueblo de Dios. Esto hace tanto mal, hace tanto daño al pueblo de Dios. La vocación es para ‘servir’, no para ‘servirse de’”.

La cristiana, "vida de gratuidad"

La vida cristiana es, por tanto, “una vida de gratuidad”. Siempre, en el pasaje del Evangelio propuesto por la Liturgia de hoy, Jesús dice: “Gratuitamente han recibido, den gratuitamente”. La salvación “no se compra”, “se nos da gratuitamente”, recordó el Papa, subrayando que Dios “nos salva gratis”, “no nos hace pagar”. Y así como Dios ha hecho con nosotros, lo mismo “debemos hacer nosotros con los demás”. Esta gratuidad de Dios es “una de las cosas más bellas” que hay.
“Sepan que el Señor está lleno de dones para darnos. Solamente pide una cosa: que nuestro corazón se abra. Cuando decimos ‘Padre Nuestro’ y rezamos, abrimos el corazón, para que esta gratuidad venga a nosotros. No hay relación con Dios fuera de la gratuidad.
A veces, cuando necesitamos algo espiritual o una gracia, decimos: ‘Bueno, ahora voy a ayunar, haré una penitencia y voy a rezar una novena…’. Eso está bien, pero estén atentos: esto no es para ‘pagar la gracia’, para ‘adquirir’ la gracia; esto es para ensanchar tu corazón, para que la gracia venga a ti. La gracia es gratuita”.

"Con Dios no se negocia"

Todos los bienes de Dios son gratuitos, reafirmó Francisco, aunque advirtiendo que el problema es que “el corazón se empequeñece, se cierra” y no es capaz de recibir “tanto amor gratuito”. No hay que regatear con Dios; “con Dios no se negocia”. Luego hizo una invitación a dar gratuitamente. Y esta, subraya el Papa, va dirigida “especialmente a nosotros, los pastores de la Iglesia”, “para no vender la gracia”. “Hace tanto daño”, dijo, cuando uno encuentra pastores que comercian con la gracia de Dios: “Yo haré esto, pero esto cuesta tanto, y esto, tanto…”. La gracia del Señor es gratuita y “tú debes darla gratuitamente”.
“En nuestra vida espiritual siempre tenemos ante nosotros el peligro de caer en los pagos, siempre, incluso cuando hablamos con el Señor, como si quisiéramos dar una coima al Señor. ¡No! ¡La cosa no marcha por ahí! No marcha por ese camino. ‘Señor, si tú me das esto, yo te daré esto’, no. Yo hago esta promesa, pero esto me ensancha el corazón para recibir lo que está allí, y que se da gratuitamente a nosotros.
Esta relación de gratuidad con Dios es lo que nos ayudará luego a tenerla con los demás, tanto en el testimonio cristiano como en el servicio cristiano y en la vida pastoral de aquellos que son pastores del pueblo de Dios. Abrirse camino. La vida cristiana es caminar. Prediquen, sirvan, pero no se ‘sirvan de’. Sirvan y den gratis lo que han recibido gratis.
Que nuestra vida de santidad sea este ensanchar el corazón para que la gratuidad de Dios, las gracias de Dios que están allí, que son gratuitas, que Él quiere dar, puedan llegar a nuestro corazón. Que así sea”.

sábado, 8 de junio de 2019

Pablo VI y la reforma de la Curia romana

Una mano tan segura y firme como delicada y amorosa

Pablo VI y la reforma de la Curia romana

Pablo VI y la reforma de la Curia romana

Recibió el encargo y aceptó el desafío de reformar a fondo la institución asuminedola dirección de los trabajos personalmente en un momento delicado y crucial. Lo había vivido y meditado mucho en su cabeza y en su corazón, por eso veía, con admirable claridad, qué había que cambiar, dentro y fuera

Después de haberse elaborado doce esquemas diferentes, el 15 de agosto de 1967 aprobó la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae universae

Apostó por el encuentro, la comunicación, la confianza y la coordinación. Tenía claro que la reforma debía ser un trababjo permanente.

Apenas se estaba iniciando el Concilio Vaticano II cuando Pablo VI recibe el encargo de dirigir la Iglesia universal. Delicado y crucial era el momento y adecuada fue la persona que hubo de guiar, con mano tan segura y firme como delicada y amorosa, los destinos de una Iglesia que se interrogaba profundamente sobre sí misma. La reforma de la Curia se situaba en la primera fila de la puesta al día que pedía una Iglesia posconciliar, por lo que fue uno de los puntos claves del pontificado.
Pablo VI no sólo aceptó el desafío de reformar a fondo la institución en la que trabajó durante más de treinta años, ocupando cargos de alta responsabilidad, sino que asumió la dirección de los trabajos personalmente. Lo había vivido y meditado mucho en su cabeza y en su corazón, por eso veía, con admirable claridad, qué había que cambiar, dentro y fuera, para que la Curia romana continuara prestando, en los nuevos tiempos, el precioso servicio que desde antiguo procuró al Papa y a la Iglesia.
Con contundencia afirmaba que la Curia era el instrumento que necesitaba el Papa para cumplir su propio mandato divino. Como ningún otro pontífice le dedicó palabras de inmenso aprecio, calificándola como instrumento dignísimo, de altísima misión, de delicadísima, amplísima y noble función, y le pidió prudencia y preparación a la altura de su cometido. Aunque también señaló sus miserias, que conocía bien, e intentó ayudar a paliarlas.
El Concilio pedía la reforma de la Curia y daba algunas normas, pero sobre todosentaba principios que era necesario interpretar e ir poniendo en práctica con nuevas leyes, instituciones, órganos u oficios que, respetando las estructuras fundamentales, renovasen lo caduco y defectuoso. Requería, entre otros, una nueva ordenación, acomodación a las necesidades de tiempos, regiones y ritos, internacionalización y presencia de laicos. Pablo VI respondió a estos deseos  diligentemente, acometiendo durante dos años, con los mejores especialistas, un análisis profundo sobre la Curia, consultando varias veces a las propias Congregaciones romanas, a muchos obispos de lugares diversos, a rectores de colegios internacionales de Roma, etc. Después de haberse elaborado doce esquemas diferentes, el 15 de agosto de 1967 aprobó la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae universae.
Pablo VI
Una de sus innovaciones más importantes fue la adscripción como miembros de cada Congregación de siete Obispos diocesanos, elegidos entre los más preparados de los cinco continentes. De este modo, habría en la Curia permanentemente sesenta y tres Obispos, renovables cada cinco años, que harían posible, por un lado, la presencia de la periferia de la Iglesia en su centro y el conocimiento mutuo, y por otra, una Curia siempre actualizada, vigorosa y, cada vez, más universal. Otro cambio significativo fue el encaminado a superar la incomunicación y los viejos recelos por proteger en exceso las respectivas competencias o intereses, y apostar por el encuentro, la confianza y la coordinación, necesaria entre organismos administrativos que sirven al mismo Papa. No menor importancia tuvieron otras medidas, como aquellas tendentes a cualificar la Curia, de modo que se buscasen no cargos para las personas sino las personas más aptas para los cargos, o las que cierran la puerta a posibles ambiciones alejadas del espíritu de servicio, prohibiendo alegar cualquier derecho al ascenso.
Pero Pablo VI sabía que la reforma de la Curia, tanto externa como interior en cada uno de sus miembros, había de ser un trabajo permanente, como lo es la entrega a la causa de Cristo y de las almas, en la cual jamás se colmará la medida del dar.
Pablo VI sabía que la reforma de la curia debía ser un trabajo permanente
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jueves, 6 de junio de 2019

“Déjate abrazar”. Jesuitas buscan potenciar su misión en la Amazonía

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Este 25 de junio los Jesuitas de Latinoamérica lanzan la campaña: “Déjate abrazar”, iniciativa con la cual buscan potenciar su misión en la Amazonía. La campaña será presentada en el Auditorio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima, Perú.

Renato Martinez – Ciudad del Vaticano

“Esta iniciativa de los jesuitas de Latinoamérica, dirigida a América y parte de Europa, busca crear conciencia sobre las principales problemáticas de la Amazonía, dar a conocer el trabajo de los jesuitas en la región, y expandir redes de solidaridad que permitan recaudar fondos para la sostenibilidad de su trabajo”, este es el objetivo de la Campaña “Déjate abrazar” con la cual los Jesuitas Latinoamericanos buscan potenciar su misión en la Amazonía, iniciativa que será presentada este 25 de junio, en el Auditorio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya de Lima, Perú.

Impulsar la misión en la Amazonía
En la nota de prensa de lanzamiento de la Campaña se recuerda que, “en consonancia con el impulso que el Papa Francisco ha dado a la labor de la Iglesia en la Amazonía, los Jesuitas de Latinoamérica vienen potenciando su misión en la región a través del Servicio Jesuita a la PanAmazonía (SJPAM), desde el cual articulan y dinamizan su misión junto a las comunidades indígenas, la Iglesia Católica y diversos actores del desarrollo”.

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En sintonía con el próximo Sínodo Amazónico
Aunque se han dado pasos importantes en esta labor, señalan los Jesuitas Latinoamericanos, hoy se necesitan nuevos recursos para seguir luchando por la preservación de la vida de la región. En este sentido, en respuesta a esta necesidad nace “Déjate Abrazar”, Campaña que se extenderá hasta fines del presente año y cuya motivación se alinea al espíritu del próximo Sínodo Amazónico, evento eclesial convocado por el Papa Francisco.

Expertos y testimonios de la Amazonía
Asimismo, en el comunicado de los Jesuitas Latinoamericanos se anuncia que, el día del lanzamiento de la Campaña “Déjate abrazar” estarán presentes Mons. Alfredo Vizcarra SJ, Obispo de Jaén; el P. Roberto Jaramillo SJ, Presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina (CPAL); el P. Alfredo Ferro SJ, Responsable del SJPAM; y la líder indígena Anitalia Pijachi, colaboradora de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM); quienes darán su testimonio sobre las necesidades más urgentes de la Amazonía, y el trabajo que viene desarrollando la Iglesia Católica en esta región. Además, estará presente el P. Ernesto Cavassa SJ, Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM) y Presidente de la Red de Universidades Jesuitas de América Latina (AUSJAL).

Francisco : "No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza"

El Papa recibe a una delegación de jueces latinoamericanos

El Papa saluda a Francesco Zamagni
El Papa saluda a Francesco Zamagni

Fuerte discurso del pontífice en defensa de los "Derechos Sociales" en el que advirtió del "serio riesgo" que corre la democracia en los países en los que se busca "minar los procesos políticos emergentes y propender a la violación sistemática de los Derechos sociales". 

Pide a los jueces que se ocupen de "que los derechos de las personas y especialmente de los más vulnerables sean respetados y garantizados"

El papa Francisco aseguró hoy que "no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza" y se mostró "preocupado" por el denominado "lawfare", al cerrar en el Vaticano un encuentro de jueces panamericanos que dio origen a un comité regional permanente para el monitoreo de Derechos Sociales.
"No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad", expresó el pontífice al participar de la jornada de cierre del congreso de dos días sobre "Derechos Sociales y doctrina franciscana" organizado por la Academia de Ciencias del Vaticano.
No a la economía de los papeles
"La economía de los papeles, la democracia adjetiva, y la multimedia concentrada generan una burbuja que condiciona todas las miradas y opciones desde el amanecer hasta la puesta del sol", agregó el pontífice en su discurso.
Durante su intervención, Jorge Bergoglio reconoció su "preocupación por una nueva forma de intervención exógena en los escenarios políticos de los países a través del uso indebido de procedimientos legales y tipificaciones judiciales".
Academia Pontificia de las Ciencias Sociales
En ese marco, el Papa renovó sus críticas al denominado "lawfare", que, expresó, "además de poner en serio riesgo la democracia de los países, generalmente es utilizado para minar los procesos políticos emergentes y propender a la violación sistemática de los Derechos sociales".
"Para garantizar la calidad institucional de los Estados es fundamental detectar y neutralizar este tipo de prácticas que resultan de la impropia actividad judicial en combinación con operaciones multimediáticas paralelas", reclamó.

Distorsión del poder judicializado

El pontífice hizo además eco de las críticas que reciben los magistrados por sus fallos y planteó que "en no pocos casos, la defensa o priorización de los Derechos sociales sobre otros tipos de intereses, los llevará a enfrentarse no sólo con un sistema injusto sino también con un poderoso sistema comunicacional del poder, que distorsionará frecuentemente el alcance de sus decisiones, pondrá en duda su honestidad y también su probidad".
"Es una batalla asimétrica y erosiva en la que para vencer hay que mantener no sólo la fortaleza sino también la creatividad y una adecuada elasticidad. ¡Cuántas veces los jueces y juezas se enfrentan en soledad a las murallas de la difamación y del oprobio!", planteó ante los jueces y juezas de más de 15 países de las tres Américas.
En su alocución, Francisco pidió a los jueces que se ocupen de "que los derechos de las personas y especialmente de los más vulnerables sean respetados y garantizados".
El Papa, en su discurso

Movimientos Populares

Para el efectivo cumplimiento de los denominados Derechos Sociales, el Papa convocó a "afrontar los problemas de fondo" de la sociedad, en un discurso en el que citó dos veces sus discursos a los Movimientos Populares.
"No pueden ser resueltos simplemente por acciones aisladas o actos voluntaristas de una persona o de un país, sino que reclama la generación de una nueva atmósfera", reclamó.
"Nos toca vivir una etapa histórica de cambios en donde se pone en juego el alma de nuestros pueblos", planteó Bergoglio.
Además, los jueces de las tres Américas firmaron junto al Papa el acta constituitiva del “Comité Panamericano de juezas y jueces por los derechos sociales y la doctrina franciscana”, con el que buscarán “generar una herramienta de carácter permanente que tenga por objeto central la divulgación de las actividades que cada miembro realice en su propio Estado”.
El organismo buscará además coordinar “la defensa recíproca de magistrados que actúan comprometidos por los Derechos Humanos y Sociales”.
"Me alegra que uno de los objetivos de este encuentro sea la conformación de un Comité Permanente Panamericano de Jueces y Juezas por los Derechos sociales, que tenga entre sus objetivos superar la soledad en la magistratura, brindando apoyo y asistencia recíproca para revitalizar el ejercicio de su misión"
Los participantes firmaron además la denominada “Declaración de Roma” que en 12 puntos recoge críticas al “actual sistema económico mundial”, resaltan sus críticas a la concentración mediática y hacen un llamado al mundo a cumplir los objetivos del acuerdo de París sobre cambio climático.