domingo, 14 de febrero de 2021

VOCACIÓN DE SERVICIO Enfermeros de los Andes y el monte

 


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Esta semana, los licenciados Liz Gómez Quispe y Jackson Shuña fueron de los primeros en vacunarse en el país contra el covid-19.

14/02/2021 Ellos conocen, desde la primera línea, lo que es hacer campañas de salud en zonas rurales de la sierra y la selva, y lo que es la batalla diaria contra el temible covid-19.

José Vadillo Vila

Periodista

jvadillo@editoraperu.com.pe



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Yo soy de la misma provincia de La Oroya [región Junín]. Desde niña tuve la vocación de ayudar a las personas. Somos dos hermanos y soy la única que trabaja en el área de salud.

Me vine a estudiar Enfermería a Lima porque en tiempos del terrorismo era muy difícil quedarse a estudiar en La Oroya o Huancayo.

Empecé a trabajar en el puesto de salud del Rosario, de la red de salud de Jauja. Luego me enviaron al puesto de salud de Marcapomacocha [a 4,425 metros sobre el nivel del mar, en la provincia de Yauli, Junín]. Ahí estuve 16 años.

Era un establecimiento pequeño, de nivel 1-1, donde solo había una enfermera y una técnica. No había médico, entonces, como enfermera, me encargaba prácticamente de todas las actividades.

Marcapomacocha es una zona netamente ganadera, y los accidentes más frecuentes de personas y ganado eran por la caída de rayos. Tampoco hay veterinarios y a veces las personas nos han solicitado apoyo para salvar a sus animalitos.

Tuve la oportunidad de atender muchos partos, algunos institucionales y, la gran mayoría, en los domicilios, por las ideas arraigadas de la población, que prefieren dar a luz cerca a su familia, en su casa. Hoy, las cosas han cambiado gracias al trabajo de concienciación y promoción de la salud que hemos hecho.

Porque el papel de las enfermeras en las zonas rurales es muy importante: nos encargamos de lo preventivo-promocional. Tenemos que educar, enseñar estilos de vida saludable y crear conciencia en las autoridades para llegar a todos los anexos. A los pobladores les inculcamos que no esperen enfermarse para que acudan recién al establecimiento.

También nos dedicamos a inmunizar a toda la población, desde recién nacidos hasta adultos mayores.

Vacunar es un trabajo arduo, un reto, porque por años las mamás tenían bastante temor de inmunizar a sus niños por ciertas sintomatologías posvacunas y también por el machismo, ‘mi esposo se va a molestar’. Pero, definitivamente, hemos logrado dar un giro de 180 grados: hoy, las mamás están seguras plenamente de que las vacunas salvan vidas.

Antes, para una emergencia teníamos que hacer un viaje de más de dos horas hasta La Oroya o referir a los pacientes a Canta o Chosica, donde muchos tienen familia.

Gracias a Dios, ahora el puesto de Marcapomacocha subió a nivel 1-2. Cuenta con un médico y una obstetra Serums, una enfermera y dos técnicos.

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Soy casada, tengo tres hijos. De 23, 17 y 7 años. Ellos viven en Huancayo. Me hubiese gustado que llevaran mi vocación, pero ven que es muy sacrificada la vida del persona de salud. Ellos han crecido con mis padres. Algo que uno tiene que asumir es ser responsable con tu trabajo, con tu profesión… y sacrificar a tu familia. Saqué mucha valentía y coraje, teniendo la esperanza de que en algún momento volveríamos a encontrarnos todos sanos y felices para recuperar los momentos gratos.

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La licenciada Liz Gómez Quispe tiene 47 años. Hace tres meses la reasignaron al centro de salud de Santa Rosa de Saco, de la ciudad metalúrgica de La Oroya. Es un centro de nivel 1-4. Una realidad laboral muy distinta.

Si en Marcapomacocha los casos del covid-19 fueron escasos y no se llegó a complicaciones (gracias a un trabajo de la mano con las autoridades locales), a Santa Rosa de Saco casi todos los días llegan pacientes con el virus.

Son captados a tiempo; la gran mayoría de casos no se complican, cuenta la licenciada, que como todos los enfermeros del centro asume los turnos de atención a los pacientes covid. De los compañeros que se contagiaron, solo un obstetra falleció por la enfermedad. “Siempre lo recordamos. Es muy triste haber perdido un profesional que tenía mucho por delante”, dice. En Junín, Gómez ha perdido a muchos colegas y personas cercanas por el temible nuevo coronavirus.

Ahí, desde la primer línea, ve que esta segunda ola es más agresiva que la primera, con más casos.

El martes 9, las vacunas contra el covid-19 llegaron para el personal de salud oroyino. Ese día, en una ceremonia con el Presidente de la República, Gómez se convertía en la primera sanitaria de la Microrred La Oroya-Red de Salud Jauja en recibir la inmunización.

“Nosotros tenemos que estar protegidos para continuar haciendo lo que mejor sabemos hacer: inmunizar, y de esta manera cuidar a más personas”, dice.

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Tengo 32 años y hablo español, urarina, kukama kukamiria y ashuar. Nací en Trompeteros [distrito de la provincia de Loreto, región Loreto], pero me crié en el distrito de Nauta. Desde mi infancia me gustó la salud. Mi papá, Artidoro Shuña, es de la comunidad kukama kukamiria, de San Juan de Lagunillas, y en 1989 se convirtió en el primer técnico de salud que vino a trabajar a Trompeteros.

Estudié Enfermería en la Universidad de la Amazonía Peruana.

Mi propuesta es trabajar con la salud intercultural de las cuencas amazónicas. Cuando en el 2012 obtuve el primer lugar en el Serums [el Servicio Rural y Urbano Marginal en Salud], tenía la opción de elegir dónde trabajar. Yo elegí mi distrito, Nauta.

Todos se sorprendieron de mi elección, también mi papá, pero está contento porque hemos compartido muchas acciones juntos.

Para llegar a los pueblos más alejados, como Corrientes, José Olaya o 12 de Octubre, necesitamos navegar hasta tres días.

Me dieron la encargatura de la intervención de la malaria en la cuenca de los ríos Tigre, Corriente y Chambira. Luego, trabajé con las brigadas de intervención contra la tos ferina, el dengue. En el 2017-2018 fui jefe de la Red de Salud Loreto-Nauta.

Luego, dirigí la unidad ejecutora 407. En el 2019 trabajamos en la vacunación de niños y otros programas. En el 2020 me destacaron al Ministerio de Salud, pero no pude irme por temas familiares.

En Nauta, haciendo la investigación de un caso de covid-19, me contagié . Por la enfermedad, me tuve que salir de la casa por tres o cuatro meses, por el riesgo de infectar a mi familia. El 27 de abril, el día que me dieron de alta, mi hijito cumplía 3 años. Solo de lejos le pude cantar el cumpleaños feliz.

Nos contactamos con el asesor de la [ex] ministra Mazzetti, le dijimos que la gente en Nauta no se iba a morir por la malaria, sino por el covid-19 y colaboramos en la elaboración del Plan Amazónico Covid.

Entre servidores de salud y civiles recorrimos las distintas cuencas. La cooperación coreana nos ayudó con oxígeno. Busqué el apoyo de los apus de las federaciones indígenas. Felizmente, entendieron la emergencia, que el covid-19 mata y que ya no había camas en los hospitales de Iquitos. Empezaron a usar mascarillas de tela, a hacer la cuarentena en sus comunidades, les ayudamos con medicamentos y otros temas.

La microrred de salud Nauta tenía 317 trabajadores, ahora son más de 500 para una población que supera los 90,000 adultos. Son mestizos o de los pueblos originarios ashuar, jíbaros, quichuas, urarina, kukama kukamiria. Aumentó la demanda de atención y también había más personas vulnerables al virus. Fallecieron muchos médicos, enfermeros y técnicos.

Gracias a las medidas, hemos tenido en toda la provincia solo alrededor de 200 fallecidos. Es una de las cifras más bajas de toda la región Loreto.

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Jackson Shuña es el encargado de la vigilancia de epidemias en el centro de salud Nauta de la microrred Loreto-Nauta. Desde hace tres meses, está dedicado al tema asistencial.

Este año, fue el primer integrante de la microrred en trasladar de Nauta a Iquitos pacientes con nuevo coronavirus.

El martes se convirtió en el primer sanitario de la Amazonía en vacunarse contra el covid-19.

Para él, es importante porque es “una persona orgullosa de haber nacido en la selva y de poder ayudar a fortalecer el sistema de salud de los pueblos más distantes”.

Su inmunización, dice, es necesaria porque él representa a miles de profesionales de la primera línea. Hay, también, un impacto en la población, a la que siempre, como enfermero, recomienda el uso de mascarillas, cumplir con el distanciamiento social y evitar las aglomeraciones.

“Ahorita, las vacunas ya llegaron al establecimiento de salud donde trabajo. Lo importante es que poco a poco vamos enfrentando mejor al covid-19. Solo les digo a todos que, por favor, no bajemos la guardia. Me preocupa que el virus llegue a las comunidades de las fronteras porque son personas muy vulnerables”, dice.


EL PERUANO


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