En octubre de 2019 tendrán lugar las elecciones presidenciales en Bolivia, es decir, justo dentro de un año. La campaña vendrá marcada por la repostulación de Evo Morales pero, sin duda, el frente económico también será uno de los campos de batalla. El desempeño de la economía boliviana durante la última década ha sido envidiable, sin embargo, y a pesar de haber sorteado de mejor manera la coyuntura adversa padecida en la región desde el año 2015, también ha sufrido el impacto del contexto internacional más desfavorable. En este sentido, y a pesar de que la región ha comenzado a recuperar su dinamismo, el impacto de la fuerte crisis argentina -país con el que Bolivia está fuertemente ligado a raíz del comercio internacional- generan nuevos desafíos externos. A la interna, el mayor riesgo viene motivado, precisamente, por la precampaña electoral y la previsible fijación del foco internacional para embarrar la cancha de modo similar de lo ocurrido con otros gobiernos progresistas en la región.
El objetivo de este documento no es el de analizar los posibles escenarios de injerencia internacional en la precampaña boliviana, ni tampoco el de adelantar escenarios previsibles de la batalla política de los próximos 12 meses. El propósito es presentar una radiografía de la economía boliviana en el momento actual, teniendo en cuenta la evolución de los indicadores en los últimos años y comparándola, en algunas ocasiones, con otras economías de la región para una mejor contextualización. A partir de este estudio descriptivo de situación económica boliviana, en el futuro desarrollaremos nuevos documentos de carácter prospectivo.
Producción
El Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia creció durante el Gobierno de Evo Morales (periodo 2006-2017) un 78% a precios constantes, un 27% más que los doce años previos. El crecimiento promedio anual es de 4,9%, considerando que los últimos dos años el crecimiento ha caído a 4,3% y 4,2% en 2016 y 2017 con respecto a los picos de 6,8% y 6,2% registrados en 2013 y 2008, respectivamente. Para el año 2018 las proyecciones del Gobierno vuelven a acelerar el crecimiento hasta el 5%, mientras que organismos internacionales como la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) lo sitúan en el 4,2%[1].
Como puede verse en el gráfico 1, durante el período 2006-2017, Bolivia fue el segundo país de mayor crecimiento de Suramérica.
Si bien todos los sectores crecieron, pueden identificarse algunos cambios en la participación en el PIB y algunos sectores de crecimiento destacado. En la evolución puede distinguirse un crecimiento, en cuanto a participación en el producto, de la producción minera en un 8% hasta 2012 alcanzando un 20% del PBI, que decrece hasta alcanzar un 13% en 2017. Otro de los sectores de mayor crecimiento y sin interrupciones fue el de administración pública que sumó un 5%, alcanzando un 18,8% en 2017. Esto da muestras del fortalecimiento del sector público en los últimos años que, como veremos más adelante, se ha convertido en uno de los motores del crecimiento económico. La construcción es la actividad que más creció durante todo el período, con un promedio anual de 8,6%. El resto de los sectores fue variando su participación de acuerdo al crecimiento o decrecimiento de estos sectores. En 2017 se destaca el crecimiento del agro, que duplicó el crecimiento promedio de todo el período.
Como se ha dicho anteriormente, el sector público se ha convertido en uno de los principales motores del desarrollo económico boliviano y esto se expresó en el aumento de la inversión pública durante la última década. En el año 2006 la inversión pública era de tan sólo 629 millones de dólares, mientras que en el año 2016 alcanzó el máximo de 5.065 millones de dólares. Hay que destacar que los niveles de inversión pública aumentaron cada año desde 2006 hasta el año 2016, sin embargo, en el año 2017 se produjo el primer descenso de todo el periodo situándose en un nivel de 4.772 millones de dólares. Esto supone una caída respecto del año anterior del 6% y va en sintonía con el menor desempeño económico de ese año. Para el año 2018, y con los datos interanuales del mes de mayo, tenemos que la inversión pública vuelve a retomar su papel y se anota un crecimiento del 9% respecto al mismo mes del año anterior. El dato proyectado de inversión pública para 2018 por parte del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas es de 6.210 millones de dólares, estableciendo un nuevo récord anual.
En cuanto a la comparativa regional de la ratio de inversión pública respecto al PIB para el año 2017, Bolivia lidera el ranking con una ratio de 12,6% frente a otros países vecinos como Brasil o Chile, que sólo alcanzan niveles del 1,6% y el 2,6%, respectivamente.
También es de destacar que el decrecimiento de la inversión pública en el año 2017 fue compensado con un gran aumento de la Inversión Extranjera Directa (IED) neta recibida que pasó de 335 millones de dólares en el año 2016, a 725 millones en el año 2017, lo que supone un incremento del 116%. Este dato, además, fue obtenido en un momento de caída de la IED en la región.
En definitiva, las condiciones para la producción son muy favorables, la inflación promedio fue, considerando todo el período, del 5,5% anual (4,5% es la estimación para 2018) y las tasas de interés, tanto en bancos comerciales como en entidades financieras, fueron accesibles para la inversión de las empresas y las PYME (al mismo tiempo que existen otras entidades cooperativas de ahorro y crédito y otras entidades de desarrollo para el financiamiento de consumo y vivienda que garantizan tasas moderadas).
Sector externo
Los productos más importantes de exportación son los hidrocarburos, productos de la industria manufacturera, la venta de minerales, y la producción y venta de soya (los compradores principales son Perú y Colombia).
Desde 2014 a 2017 la exportación cayó. Medida en dólares, la caída alcanzó un 35% en 2017. Esta caída fue de un 68% en hidrocarburos (que pasó de representar el 51% de la exportación a 30%), en buena parte explicada por la caída de los precios internacionales de las materias primas, así como la menor demanda de países como Brasil o Argentina, los principales socios del gas boliviano -que en este periodo han atravesado grandes dificultades en sus economías-. Los productos de la agricultura cayeron un 29% y un 28% los de la industria manufacturera. Sin embargo, el último año, gracias a la recuperación del precio de hidrocarburos y minerales, el valor de las exportaciones se recuperó con respecto a 2016.
La caída en las exportaciones se debió a una caída en la demanda de Brasil provocada por la crisis económica que atraviesa y cuya participación en las exportaciones bolivianas era de un 30% (-64% entre 2014 y 2016). De manera análoga, las exportaciones hacia Argentina, que representaban el 20% del total, también han caído fuertemente (-68%). Esta caída estuvo motivada tanto por la caída del precio de las materias primas como por la difícil situación económica que atraviesa el país. Por último, el tercer gran destino de las exportaciones bolivianas, Estados Unidos, con un peso del 15% sobre el total, también sufrió un descenso del 52% en el periodo.
Las importaciones, como puede verse en el gráfico 2, cayeron en menor medida (14%), provocando un déficit en la balanza comercial en los últimos 3 años. La principal caída se registró en alimentos y bebidas destinados al consumo de los hogares (60%), combustibles y lubricantes elaborados (46%), bienes de capital (excepto transporte) cayó un 32%. Sin embargo, en 2017 también registraron un alza con respecto a 2016 en cantidad (en menor cuantía) y en precio. La importación de bienes de capital y bienes intermedios representa la mayor variación positiva, marcando el dinamismo del aparato productivo.
Balance de pagos
El balance de pagos registró en 2017 un déficit de 6,3% de PIB y un financiamiento de 7,3% de PIB.
El déficit de cuenta corriente de 2.377 millones de dólares es, principalmente, resultado de la balanza comercial. Las remesas aportaron a la reducción del déficit con USD 1.289, lo que representa el 3,4% PIB.
La cuenta financiera presentó una emisión de deuda por 2.578 millones de dólares más que el año anterior, en concepto de emisión de bonos soberanos (1.000 millones de dólares), Inversión Extranjera Directa neta de 725 millones de dólares, y en concepto de reinversión de utilidades e instrumentos de deuda. Los tres sectores que reciben la inversión son hidrocarburos, manufactura y minería. En la inversión de cartera se destaca la tercera emisión de los bonos soberanos.
Si bien los últimos tres años, las reservas internacionales cayeron como resultado del balance de pagos, deficitario en los últimos años debido al saldo comercial negativo motivado por la fuerte caída de las exportaciones, la política de acumulación de todos los años previos permite que las mismas alcancen un 27% del PIB, otorgando robustez al sistema y mostrando una baja vulnerabilidad externa. Es cierto que se produjo una caída en las mismas, ya que en el año 2014 alcanzaron el 45% del PIB. Sin embargo, es precisamente por haber creado ese ‘colchón’ en los tiempos de bonanza económica y altos precios de las materias primas, lo que ha permitido usar el mismo en los últimos años y que la economía boliviana no haya sufrido la crisis económica que ha afectado a otras economías del continente suramericano.
En la comparativa regional de la ratio de reservas internacionales respecto al PIB, el Estado Plurinacional de Bolivia sigue ocupando el primer lugar en cuanto al peso de las mismas, lo que le sigue permitiendo contar con una importante fuente de recursos en caso de necesidades de financiación y la plena capacidad de controlar la política cambiaria que le ha llevado a tener, prácticamente, una nula variación con el tipo de cambio respecto al dólar estadounidense.
Deuda externa
El saldo de la deuda externa fue de USD 9.428 millones a fines de 2017. La misma está compuesta en un 65% por préstamos con organismos multilaterales; un 27% por un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un 25% por un préstamo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), un 9% por préstamos con el Banco Mundial (BM); un 10,5% por préstamos bilaterales de los cuales un 8% es un préstamo bilateral con China y un 21% está compuesta por títulos de deuda.
Como puede verse en el gráfico 5, durante el Gobierno de Evo Morales la deuda bajó los primeros años para volver a crecer debido a los efectos de la crisis internacional. Sin embargo, el aumento del PIB mantiene el ratio de deuda/PIB por debajo de los niveles recibidos.
Pueden evaluarse también distintos indicadores no tan habituales que muestran la solvencia del proceso de financiación para el desarrollo de Bolivia. En la siguiente tabla se comparan los indicadores de deuda de 2005, luego de aceptar una reducción de deuda y servicios de la misma por calificar como uno de los países más pobres del mundo, con los de 2016, año en que la deuda consigue los valores más altos del período hasta donde alcanzan los indicadores.
Asimismo, a nivel regional, Bolivia es uno de los países con menor deuda sobre el PIB y se encuentra un 15% por debajo del promedio regional.
Déficit fiscal y recaudación tributaria
En el año 2017 se registró un déficit fiscal del 7,8% del PIB. Este resultado se produjo a pesar de la caída que ese año experimentó la inversión pública (aunque siguió siendo elevada) y motivado por el mantenimiento de las políticas sociales para evitar realizar un ajuste que afectara a las grandes mayorías. Es de destacar el cambio en la evolución del resultado fiscal a partir del año 2013. Desde esa fecha se suceden los déficits fiscales, mientras que desde el año 2006 hasta el año 2013 fueron todos superávits.
Otro de los componentes que ha empujado al déficit fiscal ha sido la merma de la recaudación tributaria desde el máximo alcanzado en el año 2014 de 64.452 millones de bolivianos, hasta los 53.733 millones de bolivianos del año 2017 tras caídas sucesivas en los años 2015 y 2016. Esta disminución va en la línea del deterioro que experimentó la economía boliviana hasta el primer semestre del año 2017. Sin embargo, muestra la recuperación de la recaudación tributaria durante el año 2018 al comparar los datos parciales obtenidos hasta el mes de mayo, que elevan la recaudación tributaria a 25.885 millones de bolivianos, un 7% más que los del mismo periodo en el año 2017.
‘Bolivianización’ de la economía
Uno de los mayores éxitos de la economía boliviana ha sido, sin duda, el proceso de desdolarización, permitiéndole alcanzar la soberanía de la política monetaria debido a la estabilidad y buenos resultados macroeconómicos de los últimos años. En el año 2000 tan sólo el 5% de los depósitos estaban en moneda nacional frente al 95% que estaban nominados en USD. Por su parte, si atendemos a los créditos en moneda nacional tan sólo alcanzaban el 3% del total.
Actualmente la situación ha cambiado, y la política de crecimiento económico inclusivo y sostenido, la reducción de la desigualdad y los grandes resultados económicos y financieros alcanzados en los últimos años permiten que hoy en día el 97% de los préstamos en el sistema bancario sean en Bolivianos, mientras que el 84% de los depósitos se encuentren también en moneda nacional.
Indicadores sociales
Empleo
La población ocupada sobre la población en edad de trabajar es de 60%, 70% hombres y 50% mujeres. Sin embargo, de aquéllas pertenecientes a la población económicamente activa, las tasas de desocupación en Bolivia son sólo del 2,9% para los hombres y del 4,1% para las mujeres. Estas tasas se alcanzaron gracias a una disminución de la desocupación de 1,6% y 2,4% para hombres y mujeres, respectivamente. Es notable que, a pesar de existir diferencia entre hombres y mujeres, la brecha para de desocupación es pequeña y que ha disminuido durante el Gobierno de Evo Morales.
El salario mínimo aumentó de 500 a 2.060 Bolivianos, un aumento de 312%. Si se considera una inflación anual de 5,5%, se evidencia un fuerte crecimiento del salario real. El índice de salario nominal aumentó un 85%, durante el período analizado, para el total de los grupos ocupacionales. Sin embargo, si se mira internamente, la variación fue mucho más importante para aquellas profesiones que, generalmente, perciben un salario menor con una clara apuesta a mejorar la distribución del ingreso.
Pobreza y desigualdad
La pobreza extrema en Bolivia, gran flagelo que afectaba casi a la mitad de la población finalizando el siglo XX, ha pasado de afectar al 45,2% de la población en el año 2000 al 17,1% en el año 2017, según los datos publicados por el Ministerio de Economía y Finanzas. Estos números llevan a Bolivia a ser el país de la región suramericana que más ha reducido la pobreza extrema en el periodo 2005-2016.
En función de los datos del Ministerio de Planificación del Desarrollo, la población de ingresos bajos pasó de representar el 61% de la población (5,7 millones de personas) en el año 2005 al 37% de la población (4,1 millones de personas) en el año 2017. Por su parte, la población de ingresos medios pasó de representar el 35% de la población (3,3 millones de personas) al 58% de la población (6,5 millones de personas). Esto muestra un ensanchamiento de la población con ingresos medios, mientras que se ha reducido la población de ingresos bajos.
Análogamente, también se ha reducido la distancia entre el decil 1 y el decil 10 de la población en función a los ingresos. Mientras que en el año 2005 la riqueza acaparada por el 10% más rico era 128 veces superior a la del 10% más pobre, para el año 2016 esta distancia se había reducido 46 veces.
Buena parte de la reducción de la pobreza y la desigualdad tiene que ver con la política de gasto e inversión pública desarrollada durante la última década por el Gobierno boliviano. En este sentido, destacan los programas sociales de transferencias directas como el bono Juancito Pinto (que alcanza al 19,6% de la población), el bono Juana Azurduy (que alcanza al 18% de la población) y el programa Renta Dignidad (que alcanza al 12% de la población).
Conclusiones
A pesar del contexto regional desfavorable y la caída del precio de los hidrocarburos desde el año 2015, la economía boliviana ha mostrado un comportamiento mucho mejor que el de las economías vecinas. Esto no quiere decir que no haya sufrido los impactos negativos, produciéndose una desaceleración de los altos niveles de crecimiento económico, la caída de la recaudación tributaria y de la inversión pública, el deterioro de la balanza comercial y el incremento del déficit fiscal. Sin embargo, la política precavida del Gobierno boliviano durante los años de fuerte bonanza económica -que dotaron a la economía de grandes reservas internacionales y un bajo nivel de endeudamiento- han permitido sortear estos años de presión externa sin necesidad de aplicar ajustes con impactos negativos en la población.
Además, desde el segundo semestre del año 2017 la situación económica boliviana muestra síntomas de que vuelve a recuperar la vigorosidad, lo que la ha situado en un referente a nivel mundial de buen desempeño macro y microeconómico con grandes resultados de inclusión social. El ejemplo boliviano muestra con claridad que hay alternativas ante situaciones de restricción externa sin necesidad de ajustar sobre las grandes mayorías.
[1] Sin embargo, hay que tener en cuenta la tradicional infravaloración que hacen organismos internacionales como la mencionada CEPAL, el Banco Mundial (BM) o el FMI (Fondo Monetario Internacional) de las proyecciones de crecimiento de la economía boliviana. A modo de ejemplo: mientras que las proyecciones de crecimiento del PIB según la CEPAL para los años 2015, 2016 y 2017 fueron del 4,5%, 4% y 3,9% respectivamente, el dato final del crecimiento del PIB observado fue del 4,9%, del 4,3% y 4,2% para los respectivos años 2015, 2016 y 2017.
Máster en desarrollo económico y sostenibilidad y Licenciado en Administración y Dirección de Empresas.
Licenciada en Economía por Universidad de Buenos Aires.
https://www.alainet.org/es/articulo/195938
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