viernes, 19 de octubre de 2018

Cuidar la creación, “casa común” para las generaciones futuras

sinodo

17 de octubre de 2018.– “Elegir”, el tema de la tercera parte del Instrumentum laboris, ha sido el hilo conductor de la 15ª Congregación General del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, la tarde de este miércoles 17 de octubre. En ella se dio espacio también para numerosos Auditores. 250 Padres Sinodales presentes en el Aula.
Que la Iglesia sea un heraldo en el campo de la ecología, porque hay que hacer más para dejar intacta una “Casa común” para las jóvenes generaciones: este es el punto de partida del Aula del Sínodo la tarde de este 17 de octubre. El sueño de muchos jóvenes – añade un Auditor – es el de una Iglesia profética en el campo de la ecología y de la economía: no se puede ignorar el grito de la tierra y el de los pobres. La falta de respeto por el medio ambiente genera nueva pobreza, de ahí el llamado a cambiar los sistemas económicos a través de un cuidadoso monitoreo del consumo, la inversión y la información. Porque lo que las comunidades cristianas, los institutos de vida consagrada, las asociaciones y los movimientos eclesiales administran – se afirma – no es su propiedad, sino que está al servicio de los pobres. Los Padres Sinodales también señalan que la explotación de la tierra por parte de las multinacionales tiene consecuencias catastróficas en los ecosistemas locales, obligando a la gente a emigrar.
El análisis del tema del trabajo también es central: hoy, se dice en la Asamblea, se considera principalmente una fuente de ingresos. Pero este enfoque puramente económico se desliza hacia el reduccionismo, porque priva al trabajo de su dimensión humana y socava su creatividad. Los jóvenes, en cambio, sueñan con una profesión que corresponda a sus aptitudes, porque sólo así se sentirán realizados. De ahí la llamada del Sínodo a la importancia de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Luego está el tema del protagonismo juvenil y sus dificultades, incluido el clericalismo. Los Obispos reconocen algunas carencias del clero, pero al mismo tiempo animan a los laicos a ser más proactivos en la vida eclesial. Los Padres dicen que, “hay que buscar el verdadero protagonismo, es decir, el que se inspira no en la propia persona, sino en Cristo y en los santos. La vocación a la santidad es, en efecto, universal: da sentido a la acción de la Iglesia y de la vida cristiana, representando su rostro más bello. Además, entre los santos hay actualmente unos 160 jóvenes, amigos apasionados por Jesús Crucificado, mientras que para otros tantos la causa de canonización ya está en marcha”.
“Ayudemos a los jóvenes a leer la Biblia”, repiten los Obispos, porque custodia las respuestas a las muchas preguntas de los jóvenes. La pastoral juvenil, por tanto, debe tener dos objetivos claros: el encuentro de los jóvenes con Cristo y la escucha de la juventud, para que se sientan “interconectados” en la vida eclesial. De la Iglesia los jóvenes esperan, en efecto, credibilidad, es decir, concordancia entre acción y doctrina, porque no sirve de nada pedir perdón, si luego no siguen gestos y actitudes concretas. Y para ser creíbles – dice el Sínodo – necesitamos abordar cuestiones cruciales como el abuso, para que la culpa pueda ser admitida y las estructuras renovadas.
Luego, el mundo digital: los Obispos sugieren, por ejemplo, que las generaciones más jóvenes participen en la elaboración de normas éticas para las páginas web católicas, o que se reflexione sobre las posibilidades que ofrecen las redes sociales en el campo del diálogo interreligioso. La Iglesia necesita audacia, continúan los Pastores, incluso para desafiar al mundo en temas críticos como el comercio de armas, y para hablar claramente a los líderes internacionales, de modo que ya no pongan en peligro el futuro de los jóvenes. Apoyar siempre a los jóvenes, por tanto –como ha sugerido el Sínodo – también económicamente, intentando pasar de “la opción por los jóvenes” a “la opción con los jóvenes”, porque esto significa implicarlos plenamente en la vida eclesial y ser conscientes de que no representan un problema, sino que son parte de la solución. Se necesita humildad, afirman los Padres Sinodales: los jóvenes deben ser respetados, escuchados, acompañados en su camino, sin “domarlos” ni apagar la pasión que los distingue.
Por lo tanto, el Sínodo reflexiona sobre la catequesis y la necesidad de renovarla, sobre todo ante la proliferación de las sectas, especialmente en algunos países africanos. De ahí la sugerencia de relanzar la evangelización de manera concreta, implicando directamente a los jóvenes y utilizando un lenguaje adecuado que sepa profundizar la fe. La reflexión sobre los jóvenes que viven en las “periferias de la sociedad”, verdaderos territorios de misión en los que la Iglesia puede y debe llevar la evangelización y la formación, es también central. La educación no debe ser un privilegio, sino un derecho. Por eso, el Sínodo recuerda la importancia de las escuelas católicas, lugar de encuentros profundos y formativos: las escuelas y universidades católicas no enseñan, sino que hacen experimentar la caridad, el servicio y la justicia, convirtiéndose así en verdaderas experiencias de vida y de fe. El Aula Sinodal no olvida la tragedia de los jóvenes drogadictos: la Iglesia es la única institución que puede pronunciar una palabra profética en este ámbito, afirman los Padres Sinodales, reafirmando la necesidad de luchar contra una “cultura de muerte” rampante.
La mirada del Sínodo se dirige también a las Jornadas de la Juventud, un momento de encuentro, pero también de diálogo interreligioso entre los jóvenes, a veces de credos diferentes. Tales Días – dice un Auditor – son el ejemplo de una Iglesia saliente y representan el espacio adecuado para la renovación y el sueño, porque no es el sueño lo que ayuda a vivir, sino que es el vivir lo que debe ayudar a soñar. En las intervenciones de los auditores vuelve el tema de la necesidad de valorizar a las mujeres en la vida eclesial, así como el de una Iglesia “generativa” que se hace con jóvenes evangelizadores – corresponsables, implicados y no convocados – de sus pares. Una Iglesia plural, en definitiva, que apuesta contra todo tipo de personalismo, obstáculo al diálogo.
VATICAN NEWS

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