miércoles, 21 de marzo de 2018

Con el Papa Francisco termina la Iglesia sólo occidental y comienza la Iglesia universal

03/21/2018

Pasaron ya cinco años del papado de Francisco, obispo de Roma y Papa de la Iglesia universal. Muchos hicieron balanceos minuciosos y brillantes sobre esta nueva primavera que irrumpió en la Iglesia. De mi parte enfatizo sólo algunos puntos que interesan a nuestra realidad.
El primero de ellos es la revolución hecha en la figura del papado, vivida en persona por él mismo. No es más el Papa imperial con todos los símbolos, heredados de los emperadores romanos. Él se presenta como simple persona como quien viene del pueblo. Su primera palabra de saludo fue decir a los fieles "buona sera": buenas noches. A continuación, se anunció como obispo de Roma, llamado a dirigir en el amor a la Iglesia que está en el mundo entero. Antes de que él mismo dar la bendición oficial, pidió que el pueblo lo bendeciera. Y fue a vivir no en un palacio - lo que habría hecho llorar a Francisco de Asís - pero en una casa de huéspedes. Y come junto con ellos.
El segundo punto importante es anunciar el evangelio como alegría, como sobreabundancia de sentido de vivir y menos como doctrinas de los catecismos. No se trata de llevar a Cristo al mundo secularizado. Pero descubrir su presencia en él por la sed de espiritualidad que se nota en todas partes.
El tercer punto es colocar en el centro de su actividad tres polos: el encuentro con el Cristo vivo, el amor apasionado por los pobres y el cuidado de la Madre Tierra. El centro es Cristo y no el Papa. El encuentro vivo con Cristo tiene el primado sobre la doctrina.
En vez de la ley anuncia incansablemente la misericordia y la revolución de la ternura, como lo dijo, hablando a los obispos brasileños en su viaje a nuestro país.
El amor a los pobres fue expresado en su primera intervención oficial: "como quisiera que la Iglesia fuera la Iglesia de los pobres". Fue al encuentro de los refugiados que llegaban a la isla de Lampeduza en el sur de Italia. Ai dijo palabras duras contra cierto tipo de civilización moderna que perdió el sentido de la solidaridad y ya no sabe llorar sobre el sufrimiento de sus semejantes.
Dado la alarma ecológica con su encíclica Laudato Si: sobre el cuidado de la casa común(2015), dirigida a toda la humanidad. Muestra clara conciencia de los riesgos que el sistema-vida y el sistema-Tierra corren. Por eso expande el discurso ecológico más allá del ambientalismo. Dice enfáticamente que debemos hacer una revolución ecológica global (n.5). La ecología es integral y no sólo verde, pues implica la sociedad, la política, la cultura, la educación, la vida cotidiana y la espiritualidad. Une el grito de los pobres con el grito de la Tierra (nº 49). Nos invita a sentir como nuestro el dolor de la naturaleza, pues todos estamos interconectados e involucrados en una red de relaciones. Nos convoca a "alimentar una pasión por el cuidado del mundo ... una mística que nos anima, nos impulsa, motiva y alienta y da sentido a la acción personal y comunitaria" (n. 216).
El cuarto punto significativo fue presentar a la Iglesia no un castillo cerrado y rodeado de enemigos, sino un hospital de campaña que a todos acoge sin reparar su extracción de clase, de color o de religión. Es una Iglesia en permanente salida para los demás especialmente para las periferias existenciales que brotan en el mundo entero. Ella debe servir de aliento, infundir esperanza y mostrar un Cristo que vino para enseñarnos a vivir como hermanos y hermanas, en el amor, en la igualdad, en la justicia, abiertos al Padre que tiene características de Madre de misericordia y de bondad.
Por último, muestra clara conciencia de que el evangelio se opone a las potencias de ese mundo que acumulan absurdamente, dejando en la miseria gran parte de la humanidad. Vivimos bajo un sistema que coloca el dinero en el centro y que es asesino de los pobres y un depredador de los bienes y servicio de la naturaleza. Contra estos tienen las más duras palabras.
Dialoga con todas las tradiciones religiosas y espirituales. En el lavatorio del Jueves Santo estaba una niña musulmana. Tanto las Iglesias, como sus diferencias, unidas en el servicio al mundo especialmente a los más desamparados. Es el verdadero ecumenismo de misión.
Con ese Papa que "viene del fin del mundo" se cierra una Iglesia sólo occidental y comienza una Iglesia universal, adecuada a la fase planetaria de la humanidad, llamada a encarnarse en las diversas culturas y construir un nuevo rostro a partir de la riqueza inagotable del evangelio.
Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escribió Francisco de Asís-Francisco de Roma, la irrupción de la primavera, Mar de Ideas, Río 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario