lunes, 7 de enero de 2019

El presidente que entendió la calle

Llegó a tener solo 27% de aprobación, en julio, pero él escándalo de los CNM Audios le dio la oportunidad de erigirse en líder de la lucha anticorrupción. Su respuesta al intento de sacar a los fiscales del Caso Lava Jatodemuestra que sus reflejos políticos siguen en forma.


La popularidad del presidente Vizcarra es de entre 61% (IEP) y 66% (Ipsos). Foto: Hanslitt Cruzado.

Óscar Miranda
Domingo, 6 de Enero del 2019
Un hombre de gafas oscuras se acerca a Martín Vizcarra. Toma su mano derecha, la estrecha, la sacude, mientras le dice frases de apoyo que el presidente escucha sonriendo. El tipo se va y Vizcarra sigue su camino. Ha salido de Palacio de Gobierno hace un momento y se dirige a pie al Congreso. Lleva en la mano una carpeta azul con un documento importante: el proyecto de ley que declara en emergencia el Ministerio Público. Mientras avanza lo rodean unas 100 personas: una pequeña multitud, que no deja de corear: “¡Vizcarra, amigo, el pueblo está contigo!”.
Es miércoles, cerca de la 1 de la tarde. Hace dos días, la noche de fin de año, el fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, anunció que sacaba a los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela del Equipo Especial Lava Jato. Esa misma noche Vizcarra canceló su asistencia a la investidura de Jair Bolsonaro y horas después regresó de Brasil, decidido a tomar medidas.
Ese proyecto que lleva en las manos es su respuesta a Chávarry.
A lo largo del jirón Áncash continúan las muestras de respaldo. Las vendedoras de artesanía lo saludan. De algunos balcones le hacen adiós con la mano. En el camino, uno de sus colaboradores –el premier o quizás el ministro de Justicia– le cuenta que el fiscal de la Nación ha retrocedido y que ya no sacará a Pérez y Vela. Vizcarra sigue su camino al Parlamento. En unos minutos dejará su proyecto en manos de la primera vicepresidenta, Leyla Chihuán, y explicará que, aun con esta decisión, la reorganización del Ministerio Público sigue siendo una necesidad.

Toma de posición
El Martín Vizcarra que caminó el miércoles al Congreso dándose un pequeño baño de popularidad es muy distinto al Vizcarra que, a fines de julio, veía cómo su aprobación se iba reduciendo cada vez más –del 52% inicial había caído a 27%–, desplome propiciado por hechos como el aumento del ISC a los combustibles y las evidencias de que tenía un acuerdo con los fujimoristas.
Ese entendimiento, según el politólogo Eduardo Dargent, lo estaba desgastando, tomando en cuenta que los ciudadanos que lo habían llevado al gobierno –junto con Pedro Pablo Kuczynski– habían votado en rechazo al fujimorismo.
La revelación de los 'CNM Audios', el 8 de julio, le dio la oportunidad de actualizar su agenda de contactos y tomar posición: de un lado los corruptos; del otro él, junto a la ciudadanía indignada.
–Vizcarra estaba a la búsqueda de un discurso y la aparición de los 'CNM Audios' le da un tema, una narrativa a la cual aferrarse– dice el analista político José Carlos Requena.
En ese momento comienza, para todo efecto práctico, un nuevo gobierno. Con un presidente que, a diferencia de su predecesor, no temía responder y pechar a los fujimoristas o apristas y que, incluso, va más allá, ganándoles la iniciativa, poniéndolos contra las cuerdas y forzándolos a retroceder en repetidas ocasiones.
Eso es lo que ocurrió cuando, en su mensaje por Fiestas Patrias, anunció la realización de un referéndum en el que la ciudadanía decidiría sobre asuntos como la reforma del CNM, la relección de congresistas, el financiamiento de los partidos y la bicameralidad, una jugada que, como dice Requena, ni sus más entusiastas seguidores esperaban.
Su última victoria ha sido lograr que el fiscal de la Nación desista de remover a los fiscales del Equipo Especial Lava Jato. Como en todas las anteriores, en esta han sido fundamental las manifestaciones ciudadanas. Vizcarra ha sabido recoger el clamor de la población y ha logrado conectar con la calle como ningún otro presidente peruano del siglo XXI lo había logrado.
Lo que no logró PPK
¿Por qué las cosas fueron tan distintas con PPK? ¿Por qué él no se atrevió a hacer lo que sí ha hecho su sucesor?
El politólogo Eduardo Dargent observa que son contextos diferentes. Kuczynski lidió con un Congreso que comenzaba, al que muchos todavía le daban el beneficio de la duda. Vizcarra se las ve con un Parlamento al que todos repudian. Aun así, dice, PPK nunca intentó hacerse respetar.
–Si hubiese tenido cierta capacidad política se hubiese dado cuenta de que la gente no quería que el fujimorismo fuera gobierno– dice. –Tenía que hacer gestos para imponerse sobre el fujimorismo, para mantener esa mayoría en la calle y en la opinión pública.
–Vizcarra se dio cuenta de que golpear al fujimorismo le da réditos políticos– dice, por su parte, José Carlos Requena. –PPK no terminaba ni de ser conciliador ni de pecharlo. Era como una gelatina.
Liderar la lucha contra los corruptos y pararle el macho a los que hasta hace poco eran vistos como los dueños del Legislativo lo ha hecho popular. La encuesta de IEP de diciembre le da 61% de aprobación. La de Ipsos, del mismo mes, le concede 66%. Tratándose del Perú, donde las lunas de miel presidenciales duran lo que dura un verano, es una cifra notable para un mandatario que ha superado el décimo mes de gobierno.
–No olvidemos que todos los presidentes empiezan con un pico de popularidad y luego caen– dice Eduardo Dargent. –Ninguno rebotó, salvo PPK por El Niño y Toledo hacia el final de su mandato. Este tipo de crecimiento significa que incluso votantes de Keiko te está apoyando. Gente de izquierda, de derecha, personas de diferentes regiones; hay un respaldo mayoritario al presidente y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados.
José Carlos Requena considera que hay un techo para el apoyo que cosecha la bandera anticorrupción y que es posible que a estas alturas la popularidad de Vizcarra se haya estancado, porque la ciudadanía –a su juicio– empieza a ver que detrás de esa bandera "no hay mucha sustancia".
Sea como fuere, en este momento es popular y para Dargent, ese es un poder que debe saber emplear. Por ejemplo, para hacer docencia política.
–Es interesante porque Vizcarra es un político pragmático. Si uno mira su política económica, está más a la derecha, pero con cierto pragmatismo. No lo veo imponiendo leyes laborales por decreto, por ejemplo, sino discutiendo y buscando consensos. Y por otro lado, en el lado político tiene una agenda más progresista.
Ese es un modelo que el politólogo considera que el mandatario debería tratar de consolidar. La lección de que se puede ser de izquierda y de derecha y hallar consensos.
Ese pragmatismo tiene desconcertados, por cierto, a los extremistas de derecha y de izquierda. Los primeros, como dice Dargent, porque lo tildan de "chavista" o "caviar" y viendo su política económica eso resulta absurdo. Los segundos, porque lo ven como una continuación de la línea neoliberal de Alan García y PPK, a pesar de que algunas de sus banderas –la lucha anticorrupción, la equidad de género– son naturales a la izquierda.
–Mi impresión es que este gabinete ya le ha quedado chico para el poder que tiene y para el tipo de reformas que podría hacer –dice Dargent. –Ya tiene una agenda para llegar al 2021. Lo que tiene que hacer es emprender reformas sustanciales, politizándolas para que queden ancladas en la población y no puedan ser revertidas por el siguiente gobierno. De llegar, va a llegar. Lo que está por verse es cuáles son los temas en los que su gobierno puede dejar marcas.

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