Pocos conceptos son tan debatidos en la bioética como el de “dignidad humana´´. Ruth Macklin escribió un breve pero demoledor artículo en 2003, afirmando que “la dignidad es un concepto inútil´´. El consenso mayoritario entre los bioeticistas sostiene que está en lo cierto.
Sin embargo, en el Journal of Medical Ethics, revista norteamericana sobre ética médica, Linda Barclay, de la Universidad Monash en Melbourne, reexamina su argumento resolviendo que aunque la “dignidad humana´´ pueda ser discutida y confusa, no es completamente inútil. Añade que a pesar de haberse convertido en un concepto andrajoso para los bioeticistas, subsiste una “enorme preocupación práctica relacionada con la dignidad en el marco de la atención sanitaria.´´
Esto lo concibe la autora al asumir la distinción clásica entre dignidad intrínseca y extrínseca. Para la primera, coincide con Macklin en su inutilidad. Pero la segunda, dignidad extrínseca, difiere de que sea inútil; ya sea diáfana o confusa, es primordial para la asistencia médica. Barclary interpreta así “estatus´´ por “dignidad´´:
En mi concepto de dignidad, la dignidad se manifiesta en un contexto de relaciones sociales donde respetamos normas sociales para tratar y asistir a personas al compartir un estatus idéntico. Cuando esto se da, revelamos a los demás que los consideramos socialmente nuestros iguales.
Son frecuentes las situaciones donde los pacientes son tratados socialmente con inferioridad y su intimidad, estima y respeto quedan ignorados. La autora cita un investigador el cual descubrió que “de forma rutinaria las relaciones con enfermos, pobres y vagabundos están caracterizadoa por ser groseras, desdeñosas, indolentes, altivas, denigrantes y con rechazo.´´
Esto no sólo constituye una violación de su dignidad, sino que además genera un peligro para su bienestar físico. ``Concretamente, cuando las personas son tratadas con regularidad como inferiores sociales, se vuelven particularmente vulnerables al maltrato y al abuso´´. Este peligro es particularmente grave en personas con deficiencias cognitivas, convirtiéndose en víctimas de estigmas deshumanizantes.
Barclay concluye: “nos situamos ahora en una posición desde la que podemos comprobar que Macklin se equivoca al afirmar que la dignidad es un concepto inútil. El respeto a las personas y a su autonomía no alcanza a lo que implica tratarlos con dignidad.´´
Traducción: Enrique Montero
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