Por:
Humberto Campodónico
El pasado 3 de febrero el ducto que transporta los líquidos de gas de Camisea a la costa sufrió una rotura en la quebrada Kemariato, distrito de Megantoni (Cusco), a 8 kilómetros del punto de inicio del transporte. Esta rotura causó daños a la flora y fauna de la selva amazónica, como lo ha reportado el Programa de Monitoreo Ambiental Comunitario del Bajo Urubamba (1).
Esta rotura tiene consecuencias de la más alta importancia, no solo para el medio ambiente, sino también para la seguridad energética del país porque no se está construyendo el Gasoducto Sur Peruano (GSP) pues no pudo lograr, en enero del año pasado, el financiamiento requerido para la inversión.
Y, también, de manera directa sobre los consumidores, pues las tarifas eléctricas subieron durante unos días. Asimismo, se puede constatar que los medios escritos han informado muy poco sobre esta rotura, incluidos los canales de TV.
Vamos por partes. Al darse la ruptura, se afectó la producción de las centrales térmicas que usan gas natural (la mayor parte situadas en Chilca) y que hoy representan casi el 50% del abastecimiento de electricidad del Perú. El consorcio que transporta el gas de Camisea, TGP, está integrado por Enagás de España, Tecgas Camisea –que es el operador a través de la empresa COGA- y SIPCO Perú, principalmente.
Por ese motivo, para cubrir todo el suministro de electricidad en las horas-punta (de 7 a 12 de la noche) se tuvo que recurrir a centrales que operan con diésel, que es mucho más caro que el gas natural. Esto sucedió del 5 al 9 de febrero, siendo los días 5 y 6 de febrero los más complicados.
Cuando operan las centrales hidroeléctricas y las de gas natural, el costo del Megawatio/Hora en las noches (horas punta) varía entre 30 y 50 soles. Eso se aprecia (en color verde) en el gráfico del COES-SINAC del 2 de febrero (lado izquierdo). Pero en la noche del 6 de febrero se aprecia (en color rojo) que el precio ha subido y que el costo de la electricidad fue 10 veces mayor: más de 500 Megawatio/hora (2).
Por lo tanto, todos los consumidores hemos tenido que pagar el consumo de energía al precio de las centrales diésel, que son menos eficientes, porque así lo determina la metodología del costo marginal. Ese mayor costo aparecerá en la próxima factura de electricidad (3).
Como la rotura se produjo cerca del inicio del ducto (a 8 km), las cuadrillas lo pudieron reparar en poco tiempo. Pero si se hubiera producido a distancias mayores y en terrenos difíciles, habría tomado más tiempo repararlo, lo que hubiera implicado un mayor costo para los consumidores.
No solo eso. Si la rotura no se puede reparar rápidamente, entonces la falta de gas natural para producir electricidad podría llevarnos a una situación donde se tendría que racionar el consumo de electricidad. Si ello llegara a suceder el costo por Megawatio/hora sería al menos hasta 10 veces mayor que los 500 soles por MW hora de las centrales eléctricas que consumen diésel.
Todo esto sucede porque hay un solo ducto de gas y un solo ducto de líquidos en todo el tramo de 180 km en la selva, que es el más complicado. Por eso, los planes de seguridad energética del país contemplan la construcción de dos ductos paralelos en la selva, de manera que si alguno de los ductos principales se rompe en ese tramo, inmediatamente entran en operación los ductos paralelos: en la jerga eléctrica se dice que estos nuevos ductos “le dan redundancia” al sistema.
Eso es precisamente lo que contempla el proyecto del Gasoducto Sur Peruano, cuyo nombre oficial es "Mejoras a la seguridad energética del país y desarrollo del Gasoducto Sur Peruano". En su primera etapa, por tanto, se contempla que el GSP otorgue la redundancia y, luego, prosiga su camino hacia Quillabamba y el Cusco, llegando finalmente a la costa sur entre Arequipa y Moquegua. Pero como la construcción del GSP está paralizada, no tenemos seguridad en el sistema.
No se debe confundir los problemas del GSP con la imperiosa redundancia, indispensable para la seguridad energética. Asimismo, dicho proyecto es necesario para que los pueblos del sur tengan gas domiciliario, GNV, gas para las industrias y, sobre todo, para la industria petroquímica que permita avanzar hacia la diversificación productiva. Hay, sin embargo, muchos enemigos del gasoducto, tema sobre el que volveremos en un próximo artículo.
Un tema final: las roturas en los ductos pueden ocurrir, como lo demuestra el hecho que dichos problemas se manifiestan también en países como EEUU, Francia, Alemania, Japón y Holanda, entre otros. Dicho esto, el objetivo de las empresas debe ser de “tolerancia cero” en rotura de ductos y pensamos que, tanto TGP y Petroperú (que transportan el 95% del gas natural y el 100% del petróleo que se producen en el Perú, respectivamente) persiguen esos objetivos.
Los organismos del Estado encargados de hacer cumplir esta política son el Osinergmin y la Oficina de Evaluación y Fiscal Ambiental (OEFA). En el caso de la rotura del ducto de TGP, sus informes han sido escuetos.
Nota aparte, y desaprobatoria, merecen la mayoría de los medios de prensa (no todos, remarcamos): cuando se trata de la rotura de un ducto de Petroperú (el 95% ha sido producto de causas naturales y de rotura deliberada por parte de manos ajenas), entonces hay infinidad de primeras planas de los diarios, se envían periodistas a la zona y los programas dominicales preparan sendos programas de larga duración para mostrar la supuesta “ineficiencia” de la empresa pública.
Pero cuando se trata de una empresa privada como TGP, entonces, aparece el doble rasero pues el silencio casi absoluto. Esa es la política del “no se oye padre”.
(1) Ayuda Memoria de verificación del derrame de líquidos de gas natural en el Río Urubamba y Quebrada Kemariato, Camisea, 5 de febrero 2018 http://pmac-bu.org/
(3) No hemos determinado aún este costo adicional para los consumidores.
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