Por:
Eduardo Zegarra
Una muy grave crisis agraria de los productores de papa de la sierra central explotó a inicios de año y aún repercute en el escenario nacional. Hasta ahora ha habido dos paros agrarios, dos agricultores trágicamente asesinados, enormes pérdidas económicas y una vasta protesta campesina que no veíamos hace mucho tiempo. Es cierto que un gobierno débil y deslegitimado por un indulto ilegal favorece estos episodios, pero también va quedando claro que aquí han fallado varias cosas, empezando por un Ministerio de Agricultura a la deriva, sin política agraria ni de desarrollo rural, y con incapacidad para proveer información, orientación y, sobre todo, para generar un mínimo de planificación y regulación en favor de los cientos de miles de productores de papa que hoy enfrentan un serio revés económico.
El discurso oficial sobre esta crisis ha sido el de la “sobreproducción”, es decir, la culpa la habrían tenido lo propios productores de la sierra por haber sembrado mucho más de lo normal. Viendo los datos del MINAGRI, sin embargo, las siembras de papa de la presente campaña en la sierra prácticamente no variaron. Lo que sí ha ocurrido es que la producción de papa de la costa se disparó, básicamente de algunos valles como Barranca y Cañete, y no sólo eso, la papa de la costa entró al mercado justo en el momento en que salían las cosechas de Huánuco y Junín (principales zonas productoras de la sierra) en los meses de diciembre y enero. En el gráfico adjunto se puede ver claramente lo ocurrido en comparación al año pasado.
En una campaña normal como la del 2016-17 (panel izquierdo), la producción de papa de costa tiene su pico más alto a inicios de diciembre y luego declina fuertemente a medida que ingresa la papa de la sierra central. En la presente campaña 2017-18, por el contrario, la entrada de papa de costa al mercado de Lima Metropolitana ha sido mucho más alta y constante, y en total aumentó en 55% respecto al año pasado. Esto llevó a una caída estrepitosa del precio de la papa para los paperos de Huánuco y Junín (principales afectados), pero también para productores en Pasco, Huancavelica, Apurímac y Ayacucho, que también abastecen el mercado de Lima hacia el final de los meses del verano. Podemos ver en el mismo gráfico (panel derecho) que más bien hubo caída en la entrada de papa de Huánuco (-32%) y Junín (-5%) a Lima, lo cual indica que no hubo sobreoferta de papa de sierra. Además, el gráfico refleja cómo el derrumbe del precio generado por la papa de costa hizo imposible que muchos productores de la sierra puedan siquiera cosechar el tubérculo perdiendo su producción (el costo de cosecha superaba el precio que le ofrecían compradores inescrupulosos).
En este escenario, el nuevo ministro de Agricultura, José Arista, incursionó en su primer día como ministro con un acuerdo fallido para que seis gobiernos regionales compren “excedentes de papa”. El esquema fracasó por lo reducido de los montos (S/. 1.5 millones de soles por cada GORE para un total de S/. 9 millones), y también porque administrativamente era inviable. Casi un mes después, luego de un segundo paro mucho más violento y que arrojó pérdidas humanas y materiales tremendas, hay un nuevo acuerdo donde el gobierno se compromete a comprar excedentes de papa por hasta 50 millones de soles. Cada agricultor que le “venda” papa al gobierno recibirá 1 sol por kilo, hasta un máximo de 7,000 soles. Cabe señalar que la plata ofrecida alcanzará para beneficiar a entre 7 y 10 mil productores, cifra limitada frente a los más de 100 mil productores de papa de la sierra central.
Al día de hoy productores de otras zonas de la sierra empiezan a anunciar paralizaciones y protestas por el bajo precio de la papa como en La Libertad y Arequipa. La compra de papa por un Estado que no tiene mayor capacidad administrativa, ni infraestructura de almacenamiento ni de transporte de productos agrícolas se parece más a una receta para el desastre; y en las próximas semanas es bastante probable que veamos a este segundo acuerdo naufragar en medio de crecientes tensiones y conflictividad social en las mismas regiones.
¿Porqué hemos terminado con un problema tan grave frente a un fenómeno perfectamente previsible y manejable?. Yo personalmente creo que se trata del fracaso de un modelo de estado neoliberal que se niega a generar servicios públicos mínimos de información, orientación y planificación en favor de los pequeños agricultores. La pequeña agricultura familiar no ha sido ni es prioridad del modelo, salvo para que vendan sus tierras o su trabajo a los grandes intereses corporativos. Un estado que haga un mínimo de planificación debería restringir la siembra de papa en la costa a un periodo consistente con la menor oferta de papa de la sierra (básicamente producción para los meses de Setiembre hasta mediados de Diciembre). Que haya entrado 55% más de papa de costa al mercado de Lima en Enero-Febrero ha sido la causa principal de esta grave crisis, y esto pudo haber sido controlado con adecuados reglamentos de siembras y cosechas, y con restricciones claras sobre cuánta área y en qué periodo se puede sembrar en la costa. Ya hace tres años la desordenada siembra de quinua en la costa terminó arruinando a miles de productores altoandinos. Y así no aprendemos.
En suma, la crisis de la papa es una clara prueba de los límites de un modelo económico neoliberal que deprecia profundamente a la pequeña producción agrícola familiar y que ha obstaculizado en forma persistente la organización seria de servicios públicos críticos como la provisión de información oportuna; la aprobación y sanción de regulaciones y procesos de zonificación que ordenen los mercados de productos más volátiles; y sobre todo, a la implementación de una política agraria coherente, que priorice a la agricultura familiar en lugar de darle desmedidos privilegios a la gran agro exportación costeña. Mientras sigamos atados al dogma económico neoliberal y su aversión a planificar y regular, los agricultores peruanos seguirán expuestos a un libre mercado que puede pasar de ser su principal fuente de ingresos a ser la principal causa de grave inestabilidad y de su ruina económica.
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