sábado, 23 de junio de 2018

Dinero para el bien: Santa Sede sobre economía y finanzas actuales

11:00 p m| 22 jun 18 (CW/VN/BV).- El Vaticano ha hecho público un documento para un discernimiento ético sobre aspectos económico-financieros. El texto identifica riesgos, injusticias e inmoralidades en el actual sistema. Pero sugiere también soluciones: pide mayores reglas para que todos tengan garantías, propone un impuesto mundial sobre las transacciones “offshore” e invita a llevar a cabo cambios estructurales para resolver el problema de la deuda pública de muchos países. Para reseñar y ahondar en las propuestas del documento recogemos el comentario de Massimo Faggioli, teólogo y redactor en el diario Commonweal, y la opinión de Rubén Cruz de la revista Vida Nueva, quien además relaciona el texto vaticano con la propuesta de “Manual de Inversiones” de la Conferencia Episcopal española.

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Personas antes de beneficios
Texto de Massimo Faggioli – Publicado en la web del diario Commonweal
Dos días después del aniversario de la Rerum Novarum(1891) de León XIII, dos dicasterios de la Curia Romana -la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Desarrollo humano Integral- publicaron un nuevo documento titulado Oeconomicae et pecuniariae quaestiones: Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero. Sus treinta y cuatro párrafos van desde principios morales generales hasta propuestas prácticas para reformar el sistema financiero internacional.
Dirigido a “todos los hombres y mujeres de buena voluntad”, el documento presenta un análisis del sistema financiero a la luz de la crisis que comenzó en 2007. El mensaje clave del documento es que la industria financiera es incapaz de gobernarse a sí misma adecuadamente; una “adecuada regulación” requerirá la intervención del gobierno. Como está, el sistema no es seguro. Agrava la desigualdad y prospera en la explotación de los débiles y los pobres. El documento incluso llama a los productos financieros conocidos como derivados, “bombas de relojería, listas para explotar antes o después, esparciendo su falta de fiabilidad eco­nómica e intoxicando los mercados”.
Oeconomicae et pecuniariae quaestiones comienza por reafirmar la visión católica de la sociedad como una red de relaciones “entre individuos pero también macro-relaciones, sociales, económicas y políticas” (par. 2). Insiste en la importancia de “libertad, verdad, justicia y solidaridad” en un sistema económico-financiero que a menudo parece funcionar en un vacío ético donde el único imperativo es maximizar los beneficios.
El documento reconoce que el sistema actual ha producido una gran cantidad de riqueza, al tiempo que señala cuán mal distribuida está esa riqueza, la mayor parte para una pequeña minoría de inversores. Evalúa la crisis financiera de hace diez años como una oportunidad desaprovechada para “repensar los criterios obsoletos que siguen gobernando el mundo” (párrafo 5). La economía necesita libertad de iniciativa, pero esa libertad “crea centros de poder que hoy se inclinan hacia la oligarquía” (párrafo 12). No hay forma de corregir esta tendencia sin más regulación: “está claro que los mercados, como poderosos propulsores de la economía, no son capaces de gobernarse a sí mismos” (párrafo 13).
Para eso están las políticas, pero los líderes políticos no pueden regular la economía sin una visión a largo plazo del bien común: “los poderes políticos y económico-financieros deben siempre mantenerse distintos y autónomos y al mismo tiempo orientarse, más allá de todas complicidad nociva, a la realización de un bien que es tendencialmente común y no reservado a pocos sujetos privilegiados” (párrafo 21). El documento critica abiertamente la “desregulación masiva” de los mercados financieros y exige una “una coordinación supranacional entre las diferentes arquitecturas de los sistemas financieros locales” (párrafo 19) y “una coordinación estable, clara y eficaz entre las diversas autoridades nacionales de regulación” (Par. 21).
La CDF y el Dicasterio para el Desarrollo humano Integral recomiendan “una clara definición y la separación de la gestión de cartera de créditos comerciales y aquel destinado a la inversión o a la negociación de cartera propia” (párrafo 22). Describen nuevos productos financieros exóticos, como los swaps de incumplimiento crediticio que causaron tantos problemas durante la crisis financiera, como parte de “una especie de canibalismo económico” (párrafo 26). Una serie de párrafos al final del documento están dedicados a una crítica detallada de las “operaciones extraterritoriales” y los paraísos fiscales.
Este es el primer documento publicado en conjunto por dos dicasterios durante el pontificado de Francisco. El cardenal Turkson, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo humano Integral, desempeñó un papel importante en la redacción de Laudato si y aquí confirma su papel clave en la elaboración del mensaje de Francisco sobre cuestiones sociales y económicas mundiales. Y el hecho de que el CDF sea uno de los dos dicasterios participantes da el peso teológico a la enseñanza social de Francisco sobre la economía, lo que hace más difícil para los críticos católicos minimizar esta enseñanza como meramente “prudencial”.
Desde la partida del cardenal Müller en julio de 2017, la CDF ha tenido un papel más visible en este pontificado (por ejemplo, con la reciente carta Placuit Deo), una señal de la buena relación entre el Papa y el nuevo prefecto, el jesuita español Luis Ladaria Ferrer. En la conferencia de prensa para Oeconomicae et pecuniariae quaestiones, Ladaria reconoció que este tipo de documento es nuevo para la CDF.
Eso no quiere decir que sale de la nada. De hecho, el documento está impregnado de la tradición de la enseñanza social católica moderna, especialmente de los desarrollos posteriores al Vaticano II en ese ámbito: no solo del propio Laudato si de Francisco, sino también del trabajo de sus predecesores. La Caritas in veritate (2009) de Benedicto XVI desempeña un papel particularmente importante y es la fuente más frecuentemente citada; muchas de las propuestas del nuevo documento se hacen eco de esa encíclica, que se escribió inmediatamente después de la crisis.
Oeconomicae et pecuniariae quaestiones repite y desarrolla uno de los principales puntos de la enseñanza de Francisco sobre la Iglesia en el mundo de hoy: la aparente impotencia del poder político frente a intereses financieros profundamente arraigados. Este es un documento político en el sentido de que llama, una vez más, a que la política haga su trabajo y defienda esos intereses en defensa del bien común.
Existe un claro conflicto entre la agenda libertaria capitalista de libre mercado y las propuestas del Papa para una mayor regulación, tanto a nivel nacional como internacional. Pero este documento no se puede enmarcar claramente en términos liberales versus conservadores. No solo porque el apoyo a la regulación apropiada de la economía por parte de las autoridades políticas ha sido parte de la enseñanza social católica al menos desde Rerum Novarum, sino también porque Oeconomicae et pecuniariae quaestiones no encaja exactamente en alguna de las ortodoxias estándar en economía política. Nadie lo llamaría marxista, dado su énfasis en la importancia de la libertad de iniciativa. Al mismo tiempo, ofrece una crítica fuerte, aunque principalmente implícita, al neoliberalismo que ha dominado el modelo de la élite en Europa y Estados Unidos desde los años noventa.
Será interesante, entonces, ver cómo se recibe este documento en los círculos católicos -en Washington, en Wall Street y en las escuelas de negocios- que se han aliado con los intereses de la élite financiera. Desregulación económica, el elogio a los “creadores de riqueza” y un giro a veces hipócrita hacia los “valores” y las virtudes personales como las únicas soluciones posibles a los problemas económicos estructurales, todos esos síntomas del neoliberalismo han penetrado en la cultura teológica del catolicismo estadounidense. Este documento desafía directamente una cultura y un sistema educativo que se han subordinado a las altas finanzas. Es especialmente crítico con las escuelas de negocios, y es probable que su crítica se extienda a las escuelas de negocios de las universidades católicas, que no difieren mucho de sus contrapartes seglares.
Oeconomicae et pecuniariae quaestiones confirma la intención de Francisco de expandir la acción moral de la Iglesia Católica hacia un espectro más amplio de problemáticas. Su condena de los males económicos y financieros es más radical, más frecuente, que la de Juan Pablo II o Benedicto XVI. Su enfoque en tales males es una parte integral de su pontificado y una de las razones de la oposición en su contra.
Este nuevo documento del Vaticano exige que no ignoremos los problemas profundos y persistentes revelados por la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión. Gran parte del resto del mundo, incluido el partido que ahora controla el gobierno de EE.UU., preferiría olvidarlo o tratarlo como una anomalía.
Los obispos de los Estados Unidos -el centro del capitalismo global- no han podido producir nada parecido a este documento, a pesar de las propuestas hechas por algunos obispos en la asamblea de otoño de la USCCB en 2015. Sobre asuntos socioeconómicos, Benedicto y Francisco están mucho más “en continuidad” uno con el otro que la conferencia de obispos de EE.UU. puede pretender estar con cualquiera de ellos.

El último “mandamiento” de la Iglesia: no especularás
Texto de Rubén Cruz – Publicado en la revista Vida Nueva
La Santa Sede insta a huir de la especulación y a usar el dinero para hacer el bien. Dos parámetros en los que el Episcopado español ya trabaja desde hace tiempo. En aras de invertir en cristiano, los obispos aprobaron en la Asamblea Plenaria de 2016 el “Manual de Inversiones Financieras para la Conferencia Episcopal Española”, con el objetivo de “establecer unas pautas generales de actuación en el ámbito de la adecuada colocación e inversión de los recursos financieros de las entidades de la Iglesia”.
Este ABC de buenas prácticas en materia financiera, al que ha tenido acceso Vida Nueva, señala que “las entidades religiosas deberán evitar la realización de operaciones que respondan a un uso meramente especulativo de los recursos financieros”, entre las que detalla seis: ventas en corto, operaciones intradía, operaciones en los mercados de futuros, divisas a plazo, SICAV y operaciones en mercados financieros alternativos.
Del mismo modo, aclara que “en ningún caso se invertirá ni directa ni indirectamente en productos ubicados en paraísos fiscales” y se apuesta “de manera preferente” por inversiones dentro del territorio nacional. Y también subraya que “las entidades religiosas se abstendrán de realizar operaciones de captación de fondos, ya sea de personas físicas o jurídicas para su posterior inversión. Únicamente se gestionarán aquellos fondos propios o de entidades que de ella dependan. En ningún caso se invertirán fondos de personas físicas”.
El citado Manual apuesta por la creación de un comité de inversiones. “Siempre que sea posible, deberá constituirse un comité asesor de inversiones que estudie, evalúe y proponga distintas alternativas de inversión a los órganos competentes en la entidad religiosa, de acuerdo con los criterios de este manual y los aprobados por la entidad”. En este sentido, propone que el comité esté formado por “un mínimo de tres personas, con experiencia en materia financiera y que gocen de total independencia en la selección de inversiones, no pudiendo participar como parte interesada en la contratación de ninguna inversión”.
¿Se puede invertir en cristiano?
Más allá de documentos y manuales, ¿cómo invierten hoy las entidades católicas? “Durante muchos años, en la Iglesia hemos creído que en el terreno económico tenemos que funcionar como el resto y ya luego los beneficios los utilizamos para hacer el bien”, explica a esta revista Enrique Lluch, profesor de Economía en la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia. Y continúa: “Lo hacemos mal. Hemos invertido en contra de nuestra fe para financiar nuestra misión. Una práctica que sigue siendo muy habitual, los ecónomos funcionan así, aunque hemos mejorado. No obstante, nos toca ser testimonio de que otra economía es posible”.
Para invertir acorde a los valores morales de la Iglesia, no son pocas las instituciones que han buscado la profesionalización de la gestión. “Tenemos que ser responsables con los que se nos ha dado, y esa responsabilidad consiste en hacer una buena gestión del dinero; es decir, buscar la sostenibilidad de las obras de cada institución”, remarca a este semanario Alberto Alonso, director general de Grupo Valía, que se encarga de gestionar todos los activos de las instituciones –actividades económicas, activos inmobiliarios y activos financieros–. Ellos invierten siguiendo tres criterios. En primer lugar, “buscamos diversificar el capital, para que los riesgos estén más controlados”. En segundo lugar, “que sean inversiones con valores”. Por último, “que haya una rentabilidad coherente con los tipos de interés, porque cuando te fijas en la rentabilidad huyendo de la coherencia es cuando empiezan los problemas”.
Oeconomicae et pecuniariae quaestiones pone de manifiesto que todos tenemos que hacer un ejercicio responsable en la gestión. Por eso, “no es ningún pecado poner a trabajar el dinero. Durante mucho tiempo ha estado olvidado en cajones, hasta que nos hemos dado cuenta que eso es tirar el talento de inversores cristianos capaces de ayudar”, sostiene María Vázquez, directora general de Gestión Fondo Educativo.
Esa entidad es la única en España especializada en la gestión de los fondos endowment; estos son, fondos permanentes de una institución que se invierten a largo plazo y cuyos intereses aseguran la estabilidad de las obras. “Las congregaciones e instituciones de la Iglesia necesitan (como cualquier cristiano) buscar el beneficio de sus recursos, pero de una forma responsable, ética, huyendo del corto plazo y la especulación, así como buscando unos criterios que humanicen”, concluye.

Fuentes:
Revista Vida Nueva / Diario Commonweal (Traducción libre de Buena Voz)

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