miércoles, 26 de septiembre de 2018

Francisco refunda el Sínodo de obispos: La voz de todos en Roma

4:00 p m| 25 set 18 (VATN/VI/VN).- El Papa quiere que las asambleas del Sínodo de los obispos involucren al “pueblo de Dios”. Con la constitución apostólica “Episcopalis communio”, el Pontífice ajusta las reglas para estas asambleas. Los Sínodos serán el resultado de una consulta extendida a los fieles en las diócesis y la Secretaría general será involucrada y se ocupará de que las orientaciones sinodales calen en las Iglesias locales.

Así, se acentúa la importancia del momento posterior a la asamblea, la “fase de aplicación concreta”, con el objetivo de poner en marcha “en todas las Iglesias particulares la recepción de las conclusiones sinodales. Porque las culturas son muy diferentes entre sí y cada principio general requiere ser inculturado, si pretende ser observado y aplicado”.
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Editorial en Vida Nueva
El papa Francisco ha refundado el Sínodo de los Obispos a través de la constitución apostólica “Episcopalis communio”. Las experiencias sinodales de Bergoglio como obispo y como pontífice le han llevado a vivir en primera persona las posibilidades de este órgano consultivo, clave en el devenir eclesial de las últimas décadas, pero también a constatar algunas lagunas. A la vista está, por ejemplo, la desidia con la que no pocas diócesis afrontaron la encuesta sobre los jóvenes o el filtro que algunos obispos pusieron a las demandas nacidas de sus fieles.
La nueva norma establece un itinerario que garantice una implicación real de sacerdotes, religiosos y laicos en cada convocatoria sinodal. También se redefine el papel del obispo, no como aquel que destila los ecos del Pueblo de Dios según su paladar, sino como puente que ejerce de portavoz de las demandas de su grey. A este giro, se suma el empeño del Papa en que las conclusiones del Sínodo no se queden flotando, sino aterrizadas en medidas traducidas a la realidad de cada diócesis.
Esta refundación se conoció una semana después de que el Papa convocara a todos los presidentes de las conferencias episcopales del planeta para abordar la lacra de los abusos, cita inédita por la urgencia y por juntar a los líderes de las Iglesias locales por primera vez en la historia.
No sería descabellado pensar que esta reunión excepcional derivara en un nuevo “parlamento” de presidentes, con entidad propia y periodicidad anual, para tomar el pulso a la realidad eclesial mundial y asesorar al Papa desde todas las periferias, más allá de un despacho curial o de una visita ad limina. Sería una apuesta más que enriquecedora, como reflejan las aterrizadas reflexiones de tres de estos presidentes que recoge Vida Nueva.
En cualquier caso, con ambas iniciativas, Francisco abre nuevas vías en su guerra contra el clericalismo, a favor de la descentralización, pero, sobre todo, hacia la colegialidad y participación del Pueblo de Dios. Una y otra medida respiran una mayor corresponsabilidad eclesial, formatos que posibilitan propiciar voces proféticas, avanzar en el debate plural que refuerce la comunión y promover una estructura organizativa que sustente un liderazgo maduro y autocrítico sin que esto suponga cuestionar el origen último de la autoridad, ni el gobierno de la Iglesia.
Esta apuesta por la sinodalidad en términos eclesiales equivaldría, en el lenguaje común, a una Iglesia más democrática –si se despoja de este adjetivo todo estigma político o dogmático–, para reconocer, en este esfuerzo de democracia interna, el deseo de que en Roma se escuche y acoja la voz de todos y cada uno de los que forman la gran asamblea de los discípulos de Jesús, en torno al sucesor de Pedro.
-Fecha no casual
La fecha en que Francisco ha firmado la constitución apostólica (15 de septiembre) no es casual: ese mismo día del año 1965, el beato y futuro santo Pablo VI, respondiendo a una petición de los padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, instituyó el Sínodo de los Obispos con el motu proprio ‘Apostolica sollicitudo’. Desde entonces hasta hoy, se han celebrado 27 asambleas en su diversas modalidades: ordinarias, extraordinarias y especiales.
En total, 27 artículos que el papa Francisco firmó y que han entrado en vigor tres días después con su publicación en L’Osservatore Romano. El diario vaticano resume con estas palabras el objetivo de la constitución apostólica: “Implicar siempre más al Pueblo de Dios en la experiencia sinodal de la Iglesia”.
-Cuatro claves
1) La primera es la referencia al Vaticano II y, más en concreto, al tercer capítulo de su constitución dogmática ‘Lumen gentium’, en la que –afirma el Papa– “ha aparecido definitivamente claro que cada obispo posee simultánea e inseparablemente la responsabilidad hacia la Iglesia particular confiada a su cuidado pastoral y la solicitud por la Iglesia universal”.
2) En segundo lugar, hay que destacar la referencia a la renovación de la Iglesia, haciendo “más misioneras” todas sus estructuras. “El Sínodo ‘parte’ de las Iglesias locales, es decir, de la base, del Pueblo de Dios extendido por toda la tierra a través de una consulta realizada a todo campo y después de la reunión asamblearia de los Padres sinodales ‘vuelve’ a las Iglesias particulares, donde las conclusiones recibidas por el Papa deberán ser traducidas teniendo en cuenta las necesidades concretas del Pueblo de Dios en un proceso necesariamente creativo de inculturación”.
3) La tercera clave, que se anticipa como “decisiva”, consiste en el “encuadramiento estable del Sínodo dentro del marco de una Iglesia constitutivamente sinodal”.
4) La última clave, pero no por ello menos importante, es la dimensión ecuménica, a la que ya hizo referencia el Santo Padre en su discurso con motivo del 50º aniversario de la restauración del Sínodo de los Obispos. “El compromiso a edificar una Iglesia sinodal –afirmó entonces– está cargado de implicaciones ecuménicas… Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir más luz”.

Síntesis de Vatican Insider
El Sínodo de los obispos, uno de los frutos del Concilio a pesar de ser “antiquísimo en su inspiración”, fue instituido el 15 de septiembre de 1965 por el beato y dentro de poco santo Pablo VI, que permitió una asociación más directa entre los pastores de las diócesis y el Papa, puesto que cada obispo “posee simultánea e inseparablemente la responsabilidad por la Iglesia particular encomendada a su guía pastoral y la preocupación por la Iglesia universal”. También el Sínodo de los obispos, explica Francisco, “está llamado, como cualquier otra institución eclesiástica, a convertirse cada vez más en un canal adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”.
La institución sinodal ha ido evolucionando gradualmente con el paso del tiempo. Desde que comenzó su Pontificado, Francisco ha prestado “una particular atención” al Sínodo y a su “desarrollo”: “Lo que debe animar esta obra de renovación es la firme convicción de que todos los pastores están al servicio al pueblo santo de Dios, al cual ellos mismos pertenecen en virtud del sacramento del Bautismo”.
El Papa insiste que, como afirma el Concilio, los obispos “cuando enseñan” en comunión con el Pontífice “deben por todos ser escuchados” y los fieles seguir con juicio “el trabajo” de su obispo. Pero también es verdad que la vida de la Iglesia y en la Iglesia es para cada obispo la condición para el ejercicio de su misión de enseñar”. De esta manera, el obispo “es contemporáneamente maestro y discípulo”. Es guía y pastor, pero “es también discípulo cuando, sabiendo que el Espíritu ha sido donado a cada bautizado, escucha la voz de Cristo que habla a través de todo el pueblo de Dios”, que, como totalidad de los fieles, “no puede errar en el creer”. El obispo, pues, debe “caminar delante” de su grey, indicando el camino, “caminar en medio, para reforzar” al pueblo en su unidad y “caminar detrás para que nadie se quede atrás”, pero, sobre todo, “para seguir el instinto que tiene el pueblo de Dios para encontrar nuevos caminos”. La “voz de las ovejas” debe ser escuchada también mediante los órganos diocesanos que tienen la responsabilidad de aconsejar al obispo.
“También el Sínodo de los obispos –escribe Francisco– debe convertirse cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al pueblo de Dios”. Y, puesto que “en su composición se configura como un organismo esencialmente episcopal”, no vive “separado del resto de los fieles”; es, por el contrario, “un instrumento adecuado para dar voz al pueblo de Dios entero”.
Por ello es “de gran importancia” que en la preparación de los Sínodos “reciba una atención especial la consulta de todas las Iglesias particulares”. En esta primera fase, los obispos, siguiendo las indicaciones de la Secretaría General, “someten las cuestiones que serán afrontadas en la asamblea sinodal” a los sacerdotes, a los diáconos y a los fieles laicos de sus Iglesias, “tanto individualmente como asociados, sin descuidar la preciosa contribución que puede provenir de los consagrados y de las consagradas”. Es fundamental “la aportación de los organismos de participación de la Iglesia particular, especialmente el consejo presbiteral y el consejo pastoral, a partir de los cuales puede comenzar a tomar forma verdaderamente una Iglesia sinodal”.
Después de esta consulta entre los fieles, durante la celebración del Sínodo viene “el discernimiento por parte de los pastores”, unidos “en la búsqueda de un consenso que surge no de lógicas humanas, sino de la común obediencia al Espíritu de Cristo”. Teniendo presente el “sensus fidei” del pueblo de Dios, mismo que los obispos “deben saber atentamente distinguir de los flujos a menudo mutables de la opinión pública”. Que el Sínodo tenga normalmente una función consultiva “no disminuye su importancia”, puesto que su fin “es siempre la búsqueda de la verdad o del bien de la Iglesia”.
Después de la celebración del Sínodo debe seguir “la fase de su aplicación concreta”, con el objetivo de poner en marcha “en todas las Iglesias particulares la recepción de las conclusiones sinodales”, aprobadas por el Papa. Porque “las culturas son muy diferentes entre sí y cada principio general requiere ser inculturado, si pretende ser observado y aplicado”.
Pueden ser llamados al Sínodo incluso personas que no sean obispos. Y la misma asamblea del Sínodo puede llevarse a cabo en varios periodos “distintos”. La misma Secretaría General, en la fase post-sinodal, “promueve por su parte, junto con el dicasterio competente”, la aplicación concreta “de las orientaciones sinodales” aprobadas por el Pontífice.
También gracias al Sínodo de los Obispos será “más claro” que, en la Iglesia hay “una profunda comunión tanto entre los pastores y los fieles, siendo cada ministro ordenado un bautizado entre los bautizados”, como entre los obispos y el Papa, que es un “obispo entre los obispos, llamado al mismo tiempo –como Sucesor del apóstol Pedro– a guiar la Iglesia de Roma que preside en el amor todas las Iglesias. Esto impide que cada sujeto pueda subsistir sin el otro”. Precisamente “animando una conversión del papado” que lo vuelva más fiel a las “necesidades actuales de la evangelización”, el Sínodo, explica Francisco, “podrá contribuir a su manera en el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos”.
En el texto de la constitución (que contará con una instrucción para su aplicación) se incluye una lista de artículos detallados con disposiciones viejas y nuevas. Entre ellas está la posibilidad de que la Secretaría General promueva “la convocatoria de una reunión pre-sinodal con la participación de algunos fieles”.

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Fuentes:
Vatican News / Vatican Insider / Vida Nueva

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